WEw s difícil imaginar un político más alejado del pensamiento lógico y la ciencia empírica que la diputada por Minnesota Michele Bachmann y, sin embargo, aspira a correr la carrera de las primarias y a ser la candidata republicana que dispute la reelección a Barack Obama. Bachman, que se cree "una enviada de Dios", es autora de lamentables 'perlas'. En una entrevista concedida a la cadena NBC, ante la pregunta del periodista declaró que una pareja homosexual y con hijos no es una familia. Sobre este último asunto, llueve sobre mojado ya que en 2004 la congresista se refirió a la vida homosexual como algo "triste" y propio de "Satán" que "lleva a la esclavitud de los individuos". Y trataba de razonarlo asegurando: "Necesitamos una profunda compasión por la gente que lidia con el problema de la disfunción sexual en sus vidas y con los desórdenes de identidad sexual".

Parece improbable Bachmann consiga su meta política porque la simplicidad de su pensamiento y la vacuidad de sus propuestas seguramente no soportarán la prueba de medirse con políticos más cuajados, pero no deja de ser preocupante que un segmento no pequeño de la opinión pública norteamericana --la más archiconservadora-- se sienta atraída por la congresista. Es más, la victoria obtenida por esta en las primarias informales de Iowa coloca al Partido Republicano ante un dilema imposible: parar los pies al Tea Party, y correr el riesgo de perder algunos votos, o seguirle el juego a un precio ahora imposible de determinar.

En ambos casos, la alarma cada vez más visible en las filas del republicanismo convencional está totalmente justificada. La mezcla de puritanismo cristiano con referencias a los primeros colonos, la desconfianza enfermiza hacia el Estado, la guerra sin cuartel declarada al presidente Obama y el mensaje de que hay que volver a los orígenes inquieta a los conservadores tradicionales y les hace temer lo peor. Y lo peor es que el electorado conservador independiente de las zonas urbanas prefiera quedarse en casa o votar a Obama si el mes de noviembre del próximo año concurre el partido con un candidato condicionado por el Tea Party.

Es comprensible que John McCain, que perdió frente a Obama en el 2008, pero encarna el republicanismo de toda la vida, tema lo peor si Bachmann o alguno de sus compañeros de mesa camilla como Rick Perry o Ron Paul se ponen al mando de las operaciones.

Pero el Partido Republicano tiene pendiente dar respuesta a una entre muchas preguntas: ¿cómo llegó hasta aquí desde la revolución conservadora que encarnó Ronald Reagan en los años 80? Si hubiese dispuesto de la respuesta hace unas semanas, quizá habría podido evitar el espectáculo que ofreció mientras negociaba con los demócratas el aumento del techo de deuda, un episodio que empieza a pasarle factura.