Desde el 16 de abril, los calvos tienen más riesgo de enfermar por coronavirus. Y de enfermar a otros, claro. Ese día, The Journal of Cosmetic Dermatology publicó una carta de once dermatólogos de varios países, entre ellos España, en la que informaban sobre la relación entre la alopecia y el coronavirus pandémico. Pese a que se trataba de «una pista potencial» -de algún modo debían justificar la publicación--, la relación se ha convertido en determinante en el desarrollo de la enfermedad. Y, desde entonces, lo que era un problema estético -ser calvo-- es ya también un problema de salud. Y, peor, de salud pública: los calvos, que antes servían como referencia («una fila por delante del calvo», «a la derecha del calvo», «por donde cruza aquel calvo»), ahora sirven también para ser evitados, dado el riesgo.

Todo ha sido posible por la publicidad, la cual ha sido posible por el interés de algunos medios en dar la noticia del contenido de la carta, que ha adquirido así rango de publicación científica, como si cada día no hubiera algo nuevo sobre el virus, útil o no. Si la publicidad era el objetivo de sus autores, la publicidad ha sido también el interés de los medios. Los medios han recogido la opinión de esos dermatólogos sobre la relación del virus y la alopecia, una relación basada en que los andrógenos --hormonas responsables de la alopecia androgénica o calvicie común-- serían también responsables de la entrada del virus a los pulmones. Y lo han hecho, los medios, porque es opinión de expertos -allá el discernimiento de cada cual-- y porque es opinión no solo patrocinada sino acompañada de anuncios sobre la alopecia, que se cobran aparte.

Desde el punto de vista deontológico, cualquier médico especializado puede establecer mañana la misma relación entre el virus y su especialidad. Oftalmólogos que se dediquen a la óptica, por ejemplo. Dado que el virus entra también por los ojos, están en condiciones de publicar que no todas las lentes protegen igual. Y cualquier medio podría convertírselo en noticia como se ha hecho con la carta de los dermatólogos. Los cuales, por cierto, y aunque su especialidad sea la tricología -no es costura, sino el estudio del cabello y el cuero cabelludo--, no son responsables de que solo exista relación entre el virus y la alopecia. Es decir, de que no exista ninguna entre el virus y el vitíligo, el impétigo o cualquier otra esdrújula dérmica que cubra la sanidad pública.

*Funcionario.