Un bar de la popular ruta de los vinos obsequia a su joven clientela con un chupito por cada suspenso ante el desconocimiento generalizado de los padres y el estupor de la comunidad educativa, que ha venido advirtiendo a sus alumnos contra lo que considera un ataque frontal a su labor pedagógica. No es el primer año que este local de ambiente juvenil realiza su particular campaña comercial, pero maestros y profesores han dado la voz de alarma frente al tan cacareado por el ayuntamiento control de la venta de alcohol a menores.

Orencio Cuevas, profesor del colegio San Calixto, pone altavoz al sentimiento generalizado de sus colegas: "El educador está un poco sólo ante el peligro porque la sociedad impone una cultura de contravalores y los padres olvidan que se educa en casa y se forma en el colegio". Si bien él no ha tirado la toalla y ha hecho un paréntesis en sus clases de lengua y música a preadolescentes para "comentar en voz alta con ellos que pedagógicamente no es bueno que se premien los suspensos porque el que estudia no es tonto ni el que suspende más listo".

ACCESO AL ALCOHOL

Los profesores consultados coinciden en resaltar la facilidad que tienen los menores para hacerse con bebidas alcohólicas para los botellones pese a la prohibición. Es habitual en fines de semanas y fiestas como las actuales la imagen de grupos de jóvenes en torno a ciertos supermercados y bares cargados de bolsas con botellas que han comprado los que exceden de los dieciocho años. Es la picaresca que les permite concentrarse después en distintos botellones, pese al anunciado control policial, como el viernes pasado, cuando los agentes brillaron por su ausencia pese a que el alcalde dijo haber ordenado vigilancia para evitar el consumo de alcohol por los menores.