En la actualidad, existen más de una decena de parkings para vehículos en la ciudad placentina, más de mil quinientas plazas de aparcamiento gratuito. Además, hace escasas semanas se ha abierto al público el situado en la calle Velázquez, continúan las obras en el del Puente Trujillo y se acaba de presentar el proyecto de la primera fase de ampliación del de la Isla. Sin duda, facilidades de acceso al centro de la población para todos.

Beneficioso mayoritariamente para locales y comarcanos, pues sabemos que la mayor parte de la vida en la villa es fruto del tejido comarcal, que ha sido testigo de la mejora alcanzada desde aquellas épocas (que aún hoy rememora mi padre y muchos de su generación), cuando no les quedaba otra que desplazarse con las bestias que transportaban la carga hasta el mercado placentino de los martes y de vuelta a casa. La evolución cambió la bestia, primero por la bici, luego por la moto, hasta llegar al coche, uno por familia y dando gracias, para el transporte de la cosecha propia que vender y de aquellos cuya oferta era escasa o nula en los pueblos que comprar.

Del coche unifamiliar hemos pasado, casi, al unipersonal hoy en día, lo que ha generado complicaciones para conseguir un estacionamiento cercano al núcleo urbano, que empeoró con la dichosa zona azul, y después, con la arriesgada pero necesaria restricción del libre acceso al casco histórico, principal concentración de negocios.

Pero lo peor es que la forma de vida diaria y las prisas han contribuido a acostumbrarnos a coger el coche para todo, incluso cuando no es indispensable y sería mucho más saludable, en todos los sentidos, hacer el trayecto caminando.

Detrás de cada problema social está la mano del hombre viviendo en sociedad y su desmedido afán por lograr mayor calidad de vida crea consecuencias fatales, como la falta de estacionamientos y el exceso de contaminación por lo que, para atenuar su negativo efecto, hemos inventado los vehículos eléctricos y por ende, sus respectivos aparcamientos. Lo que indica que tal vez la solución no sea paliar las consecuencias de nuestro insano estilo de vida, sino atacar la raíz del problema: la pereza.

Está claro que caminar es lo mejor que podemos hacer por nuestra salud física y mental. Es hora de utilizar más los pies y menos las ruedas.