Este bloque fantasma encierra muchas historias humanas con un denominador común: ser propietario de un piso y tener que vivir de alquiler. Algunos recién casados, otros a punto de casarse y cada uno con su particular calvario. Ninguno se atreve a contar su problema ni cuánto dinero ha llegado a pagar ya por estos pisos virtuales y sólo uno de los dueños reconoce anónimamente que "no es que tengamos una paciencia inmensa ni que nos conformemos, sino que fuimos muy confiados y firmamos contratos sin fecha de entrega," aunque verbalmente asegura que la empresa se comprometió a hacerlo en diciembre del año pasado.

Si por fin se comerán las uvas las próximas Navidades en sus pisos está por ver. "Cada vez que voy a la constructora me dicen que la semana que viene firmamos y yo, mientras tanto, tengo los muebles repartidos en las tiendas y en casas de familiares y amigos". La mayoría de los afectados son gente joven para quien el acceso a la vivienda está resultando una verdadera odisea.