Ayer volvió la feria a ser lo que era. Máxima animación por doquier gracias a los cientos de visitantes llegados de las comarcas y los placentinos retornados para la ocasión que compensan a los huidos a la playa. No así la noche anterior porque las casetas registraron menos público que el jueves, salvado por las cenas de rigor, y tampoco las atracciones cumplieron sus expectativas, según los feriantes, que el fin de semana han empezado a respirar aliviados.

Sólo las casetas gitana y joven tipo discoteca tuvieron un lleno total aunque ésta tuvo en el botellón , retornado a Torre Lucía, un duro competidor. Montadas una al lado de la otra convierten a este rincón en el más visitado del ferial porque ahí se abre, además, la hilera de múltiples puestos donde se venden todo tipo de artilugios.

Y masticando el polvo se abre uno paso hasta la atracción que más sensación ha causado este año, huérfano de noria. El boster se eleva hasta al cielo a más de cien kilómetros por hora y gira cual aspa de molino. Lo justo para rebuscar luego en el suelo la calderilla caída de los bolsillos mientras los niños aguardan su turno abrazados al Lunni de peluche. Que cuando el que espera es el padre a que terminen de girar los caballitos Ortega, lo mismo lo que lleva cogido es el robot de cocina ganado en el bingo-tómbola.

Lo que gustó, y mucho, a todas las generaciones reunidas por cientos ayer en La Isla fue el espectáculo de cetrería y especialmente a los niños el show infantil mientras que a sus padres que esto es gratis y a ahorrar para los cacharritos tocan.