TEtn Lanzarote, tener un jardín con césped se considera una horterada. Los cientos de chalés de la isla poseen jardines con plantas autóctonas que no necesitan demasiada agua y entroncan con las costumbres ancestrales de la isla. En Extremadura, el jardín tradicional es el de los patios de los palacios de Cáceres, el de las casas blancas de Alconchel, el de las pensiones encantadoras de Alange. Patios con pozo, con suelo de lanchas de granito o pizarra o con baldosas, con lantanas, aspidistras en la zona de sombra, claveles, clavellinas, geranios, galanes de noche, rosales, periquitos... Plantas que adornan y, a la vez, resisten el calor y la falta de agua. En Portugal, aún tan despreciado, sí han sabido entender que el jardín alentejano de siempre, con su alberca y su frescor, era la mejor solución.

En Extremadura, sin embargo, no. Aquí, vulgares e impersonales, educados en Falcon Crest y en los chalés de las películas de Paco Martínez Soria, nos hemos vuelto locos por el césped y es raro el adosado o el unifamiliar que no cuenta con su minipradera inglesa. Mientras había agua en abundancia, el problema era puramente estético y de desprecio a la tradición. Pero la sequía le ha dado una vuelta a la cuestión. En Cáceres habrá que dejar de regar los jardines públicos o, al menos, se regarán testimonialmente, mientras que los 850.000 metros cuadrados de praderitas privadas seguirán verdes sin que nadie arbitre medidas. El problema no es cacereño, sino de todas las ciudades de Extremadura. Desde ya, tener un jardín inglés en casa, además de hortera, es insolidario.