La mitad de las mujeres con un cáncer de mama de origen genético han heredado la enfermedad del padre, no de la madre. Además, si el hombre tiene pocas parientes femeninas, el trazo de la enfermedad puede pasar desapercibido. Estas son dos de las principales conclusiones de un estudio estadounidense publicado ayer en The Journal of the American Medical Association , cuyos resultados invitan a replantearse algunas de las pruebas tempranas de detección y a aumentar la disponibilidad de exámenes genéticos para que las mujeres puedan plantearse tratamientos.

El estudio, realizado a lo largo de 10 años con 1.543 mujeres sin precedentes familiares de cáncer de mama u ovarios, lo ha dirigido Jeffrey Weitzel, del centro oncológico City of Hope de Duarte. Weitzel centró la atención en 306 de las mujeres, a las que se les diagnosticó cáncer antes de los 50 años. Y distinguió entre las pacientes que tienen muchas parientes mujeres y las que no tienen más de dos hermanas y tías. En las primeras, el porcentaje de mutaciones del gen BRCA era del 5%. En las segundas, del 14%. Una mujer con cáncer de mama que tiene una mutación en ese gen presenta cuatro veces más riesgo de desarrollar la enfermedad en el otro pecho y 10 veces más de sufrir cáncer de ovarios.

"El hecho de que los modelos usados para estimar probabilidades de mutación del gen BRCA no incluyan la estructura familiar limitada como factor de predicción es un aviso cautelar para los médicos de cabecera", dice el texto, que aconseja que se vuelvan a analizar bases de batos y que se incluyan historiales familiares limitados como variable separada de estudio.