La capilla Sixtina fue cerrada ayer al público para prepararla cara al cónclave que elegirá al sucesor del papa Benedicto XVI. El espacio deberá ser acondicionado para acoger a 115 personas en su gran mayoría ancianas, eliminando escalones y disponiendo las urnas del voto y la famosa estufa de la fumata blanca o negra, según la elección sea positiva o negativa. En esta ocasión las estufas serán dos: una para quemar las papeletas de cada votación y la segunda para asegurar que realmente salga humo blanco o negro, después de que en el 2005, tras la elección de Joseph Ratzinger, no se viera con claridad que había nuevo papa.

Los cardenales no han decidido todavía cuándo empezará la clausura electoral y posiblemente esperarán a los cinco que ayer aún no habían llegado a Roma. Se trata de un copto católico de Egipto, Antonius Naguib, que se está recuperando de una embolia; el vietnamita Jean Baptiste Pham Minh Man, sobre el que se desmintió que el Gobierno de su país no le dejase salir; John Tonh Hon, de Hong Kong (China), el alemán Karl Lehmann y el polaco Kazamierz Nycz. El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, llegó ayer.

El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, explicó que "no es imprescindible" esperar a los que faltan para fijar la fecha de inicio del cónclave y que "es suficiente que se sepa que están llegando", lo que podría suceder hoy mismo.

Lombardi precisó sin embargo que "es prematuro" hacer hipótesis sobre el comienzo de las votaciones. "Los cardenales quieren reflexionar bien, para entender y profundizar", dijo, y observó que "el hecho de que hoy y mañana por ayer y hoy no haya reuniones tiene su miga". En principio los cardenales deben reunirse dos veces al día, pero ayer celebraron un solo encuentro y mañana irán a rezar a la basílica de San Pedro. "No hay prisa", explicó el portavoz.

Hasta ayer en las reuniones habían intervenido 33 cardenales. "Todos han hablado con libertad y se han expresado eficazmente", precisó Lombardi, usando una expresión que debería significar que hablaron claro. Se ha sabido que al menos tres europeos y dos estadounidenses han pedido informaciones concretas sobre el informe secreto que elaboraron tres ancianos prelados por orden de Benedicto XVI. Se trata de 300 páginas sobre corruptelas y lobis, entre ellos un supuesto grupo homosexual, que el papa dimitido entregará solo al sucesor, pero del que los autores pueden ilustrar sumariamente a los electores.

De los tres europeos, el alemán Walter Kasper, el austriaco Christoph Schönborn y el húngaro Perter Erdö, los dos últimos son considerados papables. También han pedido explicaciones los cardenales Donald William Wuerl, de Washington, y Francis George, de Chicago.

"Ahora es necesario un arrebato de sinceridad", comentó ayer el cardenal arzobispo de Milán.