Yo creo que a la mayoría de gente no le gusta poder elegir, que lo del amplio abanico de posibilidades es más cosa de cuento que de la vida real. Aquí, o blanco o negro, y lo demás sanseacabó, no sea que nos dé por agobiarnos y dudar, y ya la tenemos liada. Ahora, eso sí, una vez hecha la elección, se acabaron los cambios. O se es del Barça o del Real Madrid, y si me apuras del Atleti, pero hasta la muerte. Lo mismo pasa con todo: izquierda o derecha, público o privado, dulce o salado y carne o patatas, la eterna disyunción entre los que primero se comen el filete y luego las patatas, y quienes lo hacemos al revés. El mundo es mucho más simple así dividido, sin tener en cuenta desvíos extraños que no pueden conducir a nada bueno. Es mejor que cada uno se quede quietecito en su grupo, para que salgan las cuentas. Si usted es de los que nunca se ven reflejados en los resultados de las encuestas, más le vale que vaya espabilando y tome partido, que los disidentes y los indecisos no tienen cabida. En el fondo, creo que lo que tengo es envidia y ganas de tener las cosas tan claras. Si me acostumbrara a elegir solo entre dos opciones, me iría formando un mundo mucho más ordenado que el que tengo ahora. Y sabría claramente en qué bando estoy, sin rectificaciones de última hora que solo causan problemas. Pero a estas alturas veo difícil dejar de mirar a los lados, y más difícil todavía empezar a creer que la visceralidad es la única argumentación posible. Por eso, ante las dudas, siempre bienvenidas, apago la tele, aparto el filete, y empiezo por las patatas, que es de lo poquito que me va quedando claro en la vida.