La piedad filial ha pasado en China de imperativo moral a legal. Una reforma de la normativa vigente que entró en vigor el lunes pasado obliga a los hijos a cuidar y visitar a sus padres de más de 60 años si no quieren tener que afrontar multas o incluso la cárcel. La medida, que ha generado dudas, críticas y burlas en la población, apunta al problema acuciante del trato a los mayores en un cuadro de rápidos cambios sociales y económicos que estiran las milenarias costuras confucianas.

La ley obliga a las empresas a dar vacaciones a los trabajadores para que visiten a sus padres. Es una de las escasas concreciones de una normativa demasiado vaga para ser eficaz. Habla de visitas "con frecuencia" sin más aclaraciones, no especifica a quién le corresponde fiscalizar el cumplimiento ni cómo se calcularán las penas. Nada de ello impidió que ya fuera aplicada el martes. Un tribunal ordenó a una mujer visitar a su madre de 77 años al menos cada dos meses, así como darle sustento económico.

El juicio, un día después de la aprobación de la norma, tuvo aroma propagandístico. La anciana, ayudada de una muleta, se convirtió en estrella mediática tras salir en los diarios y televisiones estatales. De la ley, en realidad, se espera especialmente que subraye el mensaje. Un toque de atención con altavoz judicial, ha sugerido Xiao Jinming, catedrático de la Universidad de Shandong y uno de sus defensores. Un reciente sondeo mostraba que un 11,9% de los encuestados no había visitado a sus padres en años y un 33,4% lo hizo una vez al año.