En numerosas ocasiones había oído hablar de fortunas fabulosas suciamente amasadas. Cuentas secretas en paraísos fiscales. Miles de millones de dólares o de euros. Hay mucho delincuente suelto, pensaba. Mucho jerarca ladrón y criminal porque crimen es enriquecerse a costa de dejar a millones de personas en la miseria. Eso pensaba, pero nunca había sido tan consciente de la magnitud del saqueo hasta que el otro día en televisión vi físicamente el dinero. Fajos de billetes ocultos en una habitación tras paneles de madera. Era la vivienda de Mubarak . Fue una visión obscena. Sabía que todo aquello era tan solo calderilla para llevar en el bolsillo, una cantidad de emergencia en caso de tener que salir corriendo, que el grueso de la fortuna estaba en cuentas escondidas, pero me impresionó ver el color de los billetes. Todos sabemos lo que es la muerte, pero nos impresionamos cuando por primera vez vemos un cadáver. Esta ha sido mi primera vez y no olvidaré nunca la impudicia de lo que me mostraban las cámaras. Fue una puerta abierta al podrido interior del opresor, del dueño y señor, del amo. Muchos otros autócratas y dictadores tendrán también una fortuna oculta en sus palacios, presta para la huida. Muchos, como ese personaje con aspecto de muñegote que tan consideradamente ha sido tratado por los países en los que la democracia gobierna. Ahora se le condena, con mayor o menor dureza, pero han sido décadas de complicidad, y seguiremos siendo cómplices si eso nos interesa. Si nos conviene por el petróleo, por el gas, o por lo que sea, no me cabe duda de que nosotros mismos colocaremos ordenadamente los fajos, para que queden ocultos tras paneles de madera en la vivienda de cualquier dictador de los muchos que aún quedan.