El Minotauro, uno de los platos fuertes de la compañía Injusa para la Navidad, es un mutante juguete contemporáneo. Sirve como carrito de paseo, correpasillos, triciclo y patinete, todo al mismo tiempo, y está pensado para una franja de edad sorprendentemente amplia en este tipo de objetos: de 0 a 36 meses. Hasta el 2008, año en el que la economía vive al filo del abismo, la empresa no había sentido la necesidad de crear el Minotauro porque lo que se llevaba en cursos anteriores eran juguetes de corta vida. Cuantos más, mejor. Ahora ya no. "Estas Navidades se reducirá el presupuesto de compra, pero se optará por juguetes de mayor calidad", vaticinó ayer el presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFG), José Antonio Pastor. Lo que, a su vez, y aquí viene lo bueno, provocará el declive de uno de los síndromes infantiles más extendidos en la España de finales del siglo XX y comienzos del XXI, el del niño hiperregalado, ese menor que recibe tal cantidad de presentes que acaba por no valorar ninguno.

"La crisis nos toca a todos", dijo en la presentación juguetera que cada año se hace en Madrid Víctor Sánchez, director de Diseño de Injusa, quien habla del Minotauro como los creadores de prototipos de Fórmula 1 hablan de sus criaturas. "De 0 a 10 meses, carrito; de 10 a 18, correpasillos; de 18 a 24, triciclo; de 24 a 36, patinete". Todo en uno.

Este año, coinciden los fabricantes, se harán menos regalos. ¿Otro efecto perverso de la pésima situación financiera? Depende. Quizá sí para los jugueteros, pero no para Cristina Ramírez-Roa, psicóloga, profesora de la Universidad de Barcelona (UB) y madre de la expresión "síndrome del niño hiperregalado", un fenómeno que ella, más allá de bautizarlo, ha analizado en profundidad. "Es muy positivo", sostuvo Ramírez-Roa. Además de nacionalizaciones de bancos, subidas del paro y jornadas de esquizofrenia bursátil, la crisis, considera la psicóloga, es "una gran oportunidad educativa". Si sirve para que disminuyan los niños "individualistas, aislados, consumistas y poco interesados en utilizar la imaginación en sus juegos", bienvenido sea este efecto de la debacle económica.

DESCENSO EN LA EXPORTACION Los jugueteros ya han vivido muchas crisis. Generales y particulares. "Ahora hemos pasado de una que afectaba solo a este sector a otra que afecta a todos los sectores", recordaba ayer José Antonio Pastor, presidente de la AEFG. Entre el 2005 y el 2006, sin ir más lejos, sus exportaciones bajaron un 14% --este año, por el momento, han descendido poco más de un 4%-- debido tanto a la llegada de los productos chinos como al auge de los videojuegos. El consumo interno, sin embargo, se mantuvo entonces estable, cosa que quizá no ocurra en esta ocasión durante las seis semanas de compras navideñas en las que la industria juguetera española --la segunda de la UE tras la alemana-- realiza cerca del 75% de su facturación. Aun así, en la empresa catalana Educa Borras, fundada en 1894, aseguran estar tranquilos. "Hemos pasado muchas crisis con anterioridad", explicó Florenci Verbón, su director general.

Pero los juguetes están cambiando. De un año a otro. Puede que no los que ya han alcanzado el estatus de clásicos --como Scalextric, apto para menores y adultos, que vende unos 200.000 circuitos cada año--, pero sí el resto. Xavier Matas, director comercial de Diset, señaló a uno de los peluches de su empresa y dijo: "Si el curso pasado eran juguetes de 50 euros, este curso son de 30. Si antes llevaban seis canciones incorporadas, ahora llevan cuatro. Si tenían seis sensores para moverse, esta año tienen cuatro". Así es como Matas confía en capear una crisis por la que habrá menos juguetes debajo de cada Belén o árbol navideño y, por tanto, también menos niños víctimas del frenesí regalador de los últimos tiempos, debido al cual muchos llegaron a comportarse como si estos objetos infantiles fueran de usar y tirar. O, en algún caso, de tirar sin ni siquiera llegar a usar.

Señalar también que España es un país eminentemente exportador de juguetes. Hasta el pasado agosto, estas operaciones, que han bajado un 4,3% respecto al año anterior, alcanzaron los 224 millones de euros.