Con el paso de los meses y los años, junto con el ritmo de nuestro día a día, tomamos una serie de hábitos y rutinas. Estas rutinas suelen ir enfocadas a la automatización de aquellas cosas que hay que repetir: la hora de levantarse y prepararse para ir al trabajo, los trayectos en transporte público, los hábitos de alimentación y deporte o aquello que hacemos antes de irnos a dormir. Estos hábitos son aquellos que nos proponemos cambiar, por ejemplo, al finalizar el año y que creemos que, de hacerlo, nuestra vida podrá dar un giro, como seguramente así sea. Sin embargo, hay una serie de rutinas a las que no prestamos atención, aquellos hábitos psicológicos y que mantenemos, que pueden perpetuar nuestro bienestar o perjudicarlo.

Ser consciente de nuestros prejuicios, del grado de responsabilidad que tenemos o en qué partes estamos demasiado cómodos habla sobre la calidad de nuestra vida. Si hacer más deporte o aprender otros idiomas es importante, también lo es cómo enfocamos lo que pensamos, nuestro bienestar emocional o la imagen que creemos proyectar a los demás. Por eso, si queremos aumentar nuestra energía, debemos eliminar todos aquellos hábitos psicológicos tóxicos que nos están entorpeciendo.

CAMBIA TU MENTE

Interiorizamos rutinas y pasos a seguir sobre los que una vez al año o dos reflexionamos y tratamos de cambiar. Giran en torno al deporte, nuestro cuerpo o nuestra formación. Cambiarlos, modificarlos o eliminarlos hace que nos sintamos mejor, que crezcamos y nos desarrollemos. Sin embargo, esta evolución siempre tendrá un máximo a alcanzar, y llegar hasta ahí no va a hacer que estemos plenos. Siempre nos quedará modificar la forma que tenemos de gestionar nuestras emociones o nuestros pensamientos, todo aquello de carácter psicológico que también se convierte en rutina.

Los siguientes hábitos psicológicos son tóxicos. Identificarlos y modificarlos hará que sí puedas lograr un mayor bienestar:

1. No tomo responsabilidad

Siento que todo aquello que me ocurre depende de cómo actúan los demás. Mi vida es realmente una responsabilidad externa y siento que soy una víctima. Este rol pasivo es la peor actitud que puede tomar una persona, ya que, ante todo, somos el centro de nuestra existencia. Aunque algunos hábitos no estén verdaderamente bajo nuestro control, no siempre es así, ni en todas las circunstancias. Siempre hay, al menos, una parte que será nuestra.

2. No sé qué quiero

La inercia del día a día, en muchas ocasiones, no nos deja pensar más allá. Somos capaces de saber si algo está o no está bien, pero no nos preocupamos en evaluar qué es lo que realmente falla y qué necesitamos para estar mejor. Cambiar el 'sé qué es lo que no quiero' por el 'esto es lo que quiero' nos hace tomar perspectiva y diseñar las metas.

3. Mentalidad de carencia

Tendemos a ver el mundo con posibilidades finitas y reducidas solo para unos pocos. Esto nos hace competir en exceso, cerrarnos a los demás y creer que los demás nos van a quitar lo que tenemos. La mentalidad de abundancia nos abrirá a muchas más posibilidades, pudiendo escoger lo que sí nos va a ayudar y descartando lo innecesario.

4. Qué me falta

Relacionado con lo anterior, aparece la idea de centrarnos en todo aquello que no tenemos o en cómo nos gustaría que fuesen las cosas, cuando nuestro objetivo primordial es tomar conciencia del momento presente. Una vez evaluado lo que sí tenemos, aceptado y usado para sacar el máximo rendimiento, estaremos en condiciones de poder cambiar las cosas.

Los hábitos de los que nos rodeamos, la energía que usamos en ello y las construcciones de vida que hacemos determinan nuestro nivel de bienestar. Aunque tendemos a enfocarnos en la parte más física y material, la parte psicológica debe ser también trabajada. Los hábitos tóxicos nos perjudican, pero tomando conciencia de ello, podremos cambiar las cosas.