Los jóvenes chinos, azuzados por la televisión y la apertura del país, han dejado de venerar la virginidad. En las grandes ciudades, la amplia mayoría reconoce anónimamente mantener relaciones antes o fuera del matrimonio. Pero el pudor y la ignorancia les impide informarse sobre métodos anticonceptivos. "La apertura sexual va por delante de la educación", lamenta la sexóloga Yan Fengting. Preservativos y píldora están al alcance de su mano, pero muchas recurren al aborto cuando es demasiado tarde.

Por cada 100 bebés que nacen, se practican unos 60 abortos intencionados en China, según un reciente estudio. En cifras reales resulta escandaloso. Para este año, se prevé el nacimiento de 17 millones de bebés, a los que habría que sumar 6,37 millones de abortos, una intervención que en occidente se legisla bajo estrictas condiciones, pero que no está mal vista en China.

Un día de permiso

Miles de clínicas legales e ilegales ofrecen terminar el embarazo por un mínimo de 30 euros en las peores condiciones. Las clínicas buenas pueden llegar a cobrar hasta 1.000 euros, incluidas las pruebas y revisiones médicas posteriores. Un día de permiso en el trabajo es suficiente para ir a abortar. Se pide y ya está. No hay porqué ocultarlo. Un 65% de las mujeres que abortan son solteras. El destape choca con la tradicional política de control de la natalidad china, centrada en métodos irreversibles para las parejas casadas: el 38% de las mujeres y el 7% de hombres se han esterilizado.

Muchas mujeres usan el dispositivo intrauterino, pero sólo el 5,1% recurre al preservativo. Apenas el 2,1% de la población femenina toma la píldora y un 44% de las que abortan son repetidoras. "Falta mucha información, confían en el azar y creen que si se han quedado embarazadas una vez, no sucederá una segunda", explica Yan. Es más, el 80% de las solteras que han abortado una vez no usa después ningún anticonceptivo. Un 23% no sabe cómo usarlo. "Sabemos que hay que limitar el crecimiento de la población", reconoce Li Wanxin, una mujer que, con un hijo de 8 años, abortó un segundo embarazo. La estricta política de natalidad no deja lugar a dudas: un hijo por mujer en las ciudades y dos en el campo, si el primero es hembra. Lo que no es tabú entre las casadas se convierte en secreto para las jóvenes, que a menudo ocultan el aborto fuera del matrimonio.