Dos vecinas de Villafranca acaban de recibir sendos homenajes del ayuntamiento local, de sus vecinos y de sus numerosas familias. Además de ser villafranquesas de nacimiento, tienen más cosas en común, pero la más importante es su característica de ser abuelas centenarias.

Eustaquia García Fernández cumplió el pasado 30 de noviembre su 102 aniversario y lo hizo rodeada de su familia, con alegría y agradeciendo a todos el cariño que le dedicaron en una fecha tan especial.

Eustaquia García tiene a sus espaldas toda una vida de mucho trabajo. Tuvo ocho hijos, siete hijas y un hijo que nació sin vida, aunque una de sus hijas falleció hace unos años. Es viuda desde hace veintisiete años y cuenta con una excelente memoria, aunque se queja de que la ceguera y los dolores no la dejan trabajar y tiene que pasar todo el día sentada en un sillón. Pasó gran parte de su vida lavando ropa de paños en el arroyo para familias pudientes de la localidad y acarreando agua, con lo que conseguía dinero para dar de comer a sus hijas.

Orgullosa de no haber pisado un hospital en su vida, puede que sea la clave de su edad, aunque sus hijas apuntan a que si el trabajo es salud, su madre puede dar buena cuenta de ello. De su juventud recuerda la escasez con la que vivieron en casa, fueron años difíciles, pero hubo buenos momentos como los guateques en los que ella tocaba el acordeón. Tiene doce nietos y nueve bisnietos que la adoran, aunque no todos viven cerca porque tiene hijas viviendo en Andorra, Barcelona y Madrid, y otras cerca de Villafranca.

Y con dos años menos, pero satisfecha de alcanzar la centena, nos encontramos a Manuela Apolo López, que después de su sesión de peluquería para la ocasión, llega con su andador por el pasillo para atender nuestra visita. De salud fuerte, también presume de haber visto poco al médico y si echa la vista atrás reconoce que ahora se cría a los hijos con menos fatigas. Y es que ella ha criado hasta a cinco hijos, vive con uno de ellos y con algunos de sus nietos, también tiene bisnietos y se muestra agradecida por el homenaje que recibe con motivo de este cumpleaños.

Padece del oído con lo que contesta con dificultad nuestras preguntas pero afirma que "siempre he sido fuerte y no sabemos lo que nos deparará la vida, ni lo que me quedará por vivir", pero está contenta porque "mira cómo me tratan, estoy muy bien aquí con ellos aunque no hago nada, paso el día aquí sentada", pero muy cuidada por su familia que presume de tener una abuela centenaria. A su lado, flores de sus nietos y otros regalos que le recuerdan los cien años a los que ha llegado. Demostrando que las fuerzas no le fallan, sopla, con acierto, las velas por su cumpleaños.

Son dos mujeres unidas por una fecha ya centenaria.