TEtspaña va camino de convertirse en un país con cuarenta y cinco millones de economistas. Aquí todos son expertos en la materia menos la ministra de Economía y este servidor, que sigue sin entender por qué los que ahora dan conferencias (en sedes ilustres o en la taberna de la esquina) no dijeron nada antes de que la crisis estallara.

Eduardo Punset , que es economista de verdad, acaba de publicar un libro en defensa del optimismo en el que formula la opinión de que la crisis no es mundial, pues afecta a países específicos como Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia, pero no a México, grandes zonas de América Latina, China o la India, que están creciendo a la misma velocidad a la que nosotros decrecemos. ¿Qué pasó, pues, para que España pasara de ser un referente en temas económicos a convertirse en un despropósito al borde del rescate? Gastamos lo que no teníamos. ¿Así de sencillo? Pero si estamos en crisis por manirrotos, cabe suponer que bastaría aferrarnos a una "economía de guerra" (Esperanza Aguirre dixit) durante varios años para lograr el superávit. Me temo que el asunto es más complejo, y que emular al Mr. Scrooge de Dickens no solucionará la vida laboral a cinco millones de personas que van en busca del empleo perdido.

Los cuatro últimos años de Zapatero han demostrado que el optimismo por sí solo no funciona. Rajoy se habrá dado cuenta de ello, porque los mensajes que está lanzando después de ganar las elecciones no consiguen esconder cierto (justificado) pesimismo. Debemos esperar del PP no solo el relevo del capitán del barco sino también lo imposible: que sepa frenar la tormenta.