Hasta hace unos días desconocía la existencia de Standard & Poor´s . Hoy sé que existe pero sigo sin entender muy bien a qué se dedica. Me explican que es una agencia de ratings y la aclaración tampoco resuelve mis dudas. Parece, eso sí, que cada mensaje que emite tiene un efecto que puede llegar a repercutir en los bolsillos de los ciudadanos. Reconozco que soy de los que nunca leen en profundidad las páginas de color salmón de los periódicos, y que no me he dejado la vista intentando averiguar la cotización de los valores porque jamás he jugado en bolsa. Algunos lo llaman invertir, pero el verbo más apropiado es jugar, porque sabemos que hay tanto movimiento especulativo que cualquier atisbo de lógica es difícil de encontrar. La primera vez que escuché Standard & Poor´s creí que se trataba de una empresa que diseñaba estándares de pobreza. Parecía un término absurdo pero tampoco me extrañó demasiado. Mas bien lo vi como una prueba más de que habíamos llegado a la perfección del mundo homologado y con certificado de calidad, donde la miseria y la necesidad no iban a deambular de cualquier manera sino siguiendo modelos preestablecidos. Los de Africa están descatalogados y sin tratamiento, mientras que en otros continentes conviene que haya menesterosos sin que lleguen a la categoría de pobres de solemnidad. En Europa se prefiere que los pobres tengan lo suficiente para consumir pero sin comodidades, con el miedo al desempleo para acallar cualquier crítica. Tanta preocupación por votar cada cuatro años y resulta que nuestras vidas dependen de estos nuevos oráculos. ¿Quién los habrá elegido?