Waco está muy cerca en términos geográficos y Boston muy cerca en términos de tiempo. Por eso, West, la pequeña ciudad tejana de 2.700 habitantes, revivió todo tipo de fantasmas cuando el miércoles por la noche la planta de fertilizantes de la localidad explotó en lo que, según las primeras pesquisas, es un accidente industrial sin signos aparentes de sabotaje.

El número de víctimas mortales es de 15 --entre ellos siete bomberos-- y los heridos ascienden a más de 160. La mitad de la población fue evacuada en previsión de las consecuencias de una posible nube tóxica.

Una de las principales preocupaciones de las autoridades era comprobar la toxicidad de las sustancias químicas que puedan estar esparciéndose por el aire mientras dilucidan si el amoniaco, que entró en contacto con agua, pudo causar el accidente.

Al estado de consternación generalizado que atraviesa EEUU esta semana después de los atentados en el maratón de Boston el lunes pasado, los ciudadanos de la pequeña West sumaron el recuerdo de un traumático suceso que aconteció hace dos décadas en la vecina localidad de Waco (a 32 kilómetros). Precisamente hoy se cumplen 20 años de la muerte de 86 personas cuando la policía asaltó el rancho donde mantenían un encierro miembros de la secta de los davidianos guiados por su líder, David Korest.

La explosión en la planta Fertilizadora West (bautizada con el nombre de la localidad), a las 19.50 del miércoles, hora local --casi las tres de la madrugada en España--, fue de tal intensidad que el servicio sismológico norteamericano lo registró como un seísmo de una intensidad 2 y pudo escucharse a 70 kilómetros de distancia.

Fueron muchos los testigos oculares que hablaron de "una gran bola de fuego". "Fue como si hubiera explotado una bomba nuclear", apuntó, gráficamente, el alcalde de West, Tommy Muska.

El estallido, que dejó la planta hecha un completo amasijo de hierros, afectó a más de medio centenar de inmuebles de las inmediaciones, entre los que se encuentran una residencia de ancianos, colegios y zonas residenciales donde predominan vecinos de origen checo. Una de las primeras medidas llevadas a cabo fue la evacuación del vecindario, particularmente los más de cien ancianos de la residencia, a zonas consideradas más seguras.

Los testimonios describieron escenas dantescas. "Me tiré al suelo porque fue como si la carretera se hubiera levantado", explicó Cheryl Marich, una vecina de West que vio cómo su casa quedaba destruida. "Las casas de cuatro bloques enteros se han levantado", abundó Bill Bohannan, otro vecino. El sheriff del condado de McLennan, Parnell McNamara, describió el escenario como el de una "guerra", "todo lleno de escombros". "Nunca había visto nada así", apostilló.

"Los cristales de las ventanas empezaron a temblar y mis hijos, a gritar", relató, por su parte, Jason Shelton, de 33 años, que vive a menos de una milla de la planta siniestrada. Las labores de extinción del fuego, incontrolable durante varias horas debido a su magnitud, se prolongaron durante toda la noche del miércoles y bien entrada la mañana de ayer. El hecho de que entre los fallecidos haya siete bomberos se debe a que acudieron a apagar un fuego inicial y fueron sorprendidos por la potente explosión. Tres hospitales, de Waco y Dallas, recibieron a la mayoría de pacientes, muchos de ellos con extremidades, tanto brazos como piernas, afectadas.

Tarea de desescombro

Los equipos de emergencia trabajaron contra reloj para encontrar a posibles supervivientes entre los escombros de los edificios venidos abajo. A la espera de finalizar estas labores de búsqueda, la policía insistió ayer en que tanto el número de víctimas mortales como de heridos podrían incrementarse con el paso de las horas.

El presidente Barack Obama, ofreció el apoyo de su Gobierno a las autoridades locales que supervisan las labores de emergencia. "Nuestras oraciones están con el pueblo de West", les trasmitió.