TEtl otro día, escribía Javier Martín en El País que se ha demostrado que el fútbol ayuda a que la gente tienda menos a la introspección y a la desesperación. Según el artículo de Javier Martín, algunos psiquiatras sostienen que los mundiales son buenos para la salud, y que la participación del ciudadano en un interés común, y el consiguiente aumento del orgullo nacionalista, contribuyen al incremento del equilibrio mental de la ciudadanía. Deben de tener razón estos expertos porque, ante un partido de la selección nacional, todos se unen para apoyar al equipo, sin contemplar nacionalidades históricas, realidades nacionales, o naciones de naciones. ¿Qué tendrá el fútbol?

Más de nueve millones de personas siguieron el partido de España-Ucrania por la televisión, y eso sin contar los que lo hicieron desde lugares públicos. El de España-Túnez batió varios record de audiencia, con casi doce millones de telespectadores.

He visto a personas que jamás han acudido a un estadio (y que cambian de canal cuando aparece el césped rallado en su televisor) asomarse a la terraza para gritar un ¡Gooool!, que se convierte en eco ensordecedor coreado por otras voces que, seguramente, tampoco han pisado nunca una grada. Es fascinante la mimetización de la hinchada (la de siempre y la eventual). Hombres y mujeres de toda clase y condición, hablando en primera persona del plural como si ellos mismos tuvieran que bajar al campo de juego. "Si nos centramos en el ataque, y conseguimos meter un gol en los primeros minutos...".

Perdonen mi insistencia, pero ¿qué tendrá el fútbol?