Adiós, Lorenzo. ¡Maldita sea! Qué otoño de muertes y adioses tan atroz. No ha hecho más que empezar y no hago sino despedir, ¡y para siempre!, a los amigos que se van con Caronte al otro lado de la Estigia. "¡Maldita muerte! ¡Maldita seas mil veces!" como se lamentaba el Arcipreste en la muerte de Trotaconventos.

Ahota tú, Lorenzo, amigo. Cuánto (o qué poco) ha llovido desde aquel año y medio que compartimos en el Campamento de Santa Ana, CIR n.º 3, cuando los mozos eran soldados. Tú estabas de furriel en la famosa 3. compañía y yo de sanitario en el Botiquín. Cigarros y cervezas, charlas y proyectos ¡Cuánta risa!

Luego Cáceres nocturno, salíamos por ahí, Acuario y Bols- la vida por delante. Cuando nos licenciamos de la hoy denostada mili (falta le haría a más de uno de estos de alfilerones en la cara), tú a tus cosas de Cordobilla y yo a la pedagogía. Fui a verte algunas veces al pueblito y paseábamos por tu campo, los perros, la caza, las torcaces de Estena, aquellos recuerdos de cuando íbamos de caza a Cabestrera.

Venías por aquí de vez en cuando y era una alegría verte, ¡esas tardes de toros!, con tu buen humor irónico, tu bonhomía. Lo malo era que ensanchabas cada vez más tu corpulencia. "Oye, Lorenzo, a ver si te controlas algo-". Y me contestabas: "¡Quita! ¡Quita!".

Recién me ha llamado Pilar: "Viene una esquela de tu amigo Lorenzo Sánchez Pascua. 55 años. Esta tarde es el entierro". ¡Maldición! Lorenzo, no hemos podido ni despedirnos. Que los dioses del otro lado de la Sierra de San Pedro te mantengan mucho tiempo con ellos por esos valles y breñas que tanto amabas. Adiós, Lorenzo, buen amigo.

Salvador Calvo Muñoz