Harold Shipman se ahorcó ayer en la cárcel, colgándose de los barrotes con sus propias sábanas, un día antes de cumplir los 58 años. El Doctor muerte británico, el mayor asesino en serie en la historia del Reino Unido, burlaba así, irremediablemente, a sus víctimas y a la justicia. Nadie podrá obligarle a cumplir las 15 penas de cadena perpetua que le fueron impuestas hace cuatro años. Nunca más habrá de obedecer las órdenes de los guardianes, que durante el último mes le obligaron a llevar el uniforme de preso y le privaron de televisión, como castigo por su mal comportamiento.

Condenado por el asesinato de 15 pacientes y sospechoso de haber matado a más de 250, el médico de familia que pasaba consulta en Hyde, se quitó la vida en la prisión de alta seguridad de Wakefield. Un nuevo fallo de los servicios penitenciarios, que no tenían sometido al recluso a vigilancia especial alguna, facilitó el suicidio.

Su desaparición provocó reacciones muy dispares entre los familiares de las víctimas. Shipman nunca se arrepintió, ni llegó a confesar la magnitud de sus crímenes. Algunos lamentaban que se hubiera llevado esa información a la tumba.