La inmigración ha disparado los enlaces mixtos. En la mayoría de los casos, la llegada de hombres y mujeres jóvenes y sin compromiso ha desatado oleadas de bodas, como ha ocurrido en localidades de Huelva. En otras ocasiones, el matrimonio con un español se ha convertido para muchos en la manera de lograr papeles, así que las bodas de conveniencia se han multiplicado. Algunas, por dinero; otras, por pura solidaridad.

Amor en losinvernaderos

El fenómeno no es nuevo. "Primero venían de Puerto Serrano (Cádiz) a coger la fresa, y los chicos de aquí se casaban con ellas. Ahora vienen de Polonia y también se casan. No pasa nada". Magdalena sabe de qué habla. Su hijo Juan José, de 22 años, es ahora novio de una chica polaca, vive con ella "aunque no se ha casado" y le ha dado una nieta más rubia de lo que nunca habría imaginado.

En Palos de la Frontera (Huelva) están más que acostumbrados a que los temporeros acaben viviendo en el pueblo, y lo asumen con naturalidad. Desde hace seis años, los nuevos residentes proceden del Este de Europa, algunos son rubios de pieles blanquísimas y aprendieron español viendo las telenovelas en sus países, donde se emiten en versión original subtitulada.

"Aunque lo nieguen, su llegada aumentó el número de separaciones", cuenta Manolo, un policía local, que añade: "Todos sabemos de alguien que ha dejado a su mujer para liarse con una rubia" y asegura que desde que comenzaron a llegar las extranjeras, "se ha disparado el número de mujeres del pueblo que se han matriculado en los gimnasios para competir con el físico" de las recién llegadas. Otras optan por aprender a conducir.

Casarse para ayudar a la mejor amiga

Muchas bodas son el triunfo del amor. En la de Roberto y Aída, fue la amistad la que se apuntó el éxito. El, catalán, y ella, argentina, hacía años que pertenecían al mismo grupo de amigos. Durante meses, Roberto observó impotente como a Aída, los problemas que le acarreaba estar sin papeles le iba devastando la moral. "Por eso, un día decidí mandarle un mensaje de móvil en que le preguntaba ¿Quieres casarte conmigo?", recuerda.

Aída supo que no era una broma ni una declaración de amor, sino una mano tendida para sacarla del pozo en que la ilegalidad la había sumido. "Fue un gesto hermosísimo de amistad", declara esta joven bailarina y actriz que llegó a subsistir con lo que ganaba trabajando a prueba en las empresas. "Cuando le ofrecían contratarla ella les reconocía que no tenía papeles", explica él.

Los amigos participaron en una ceremonia que, aunque no fue por amor, no dejó de resultar muy bella. Eso sí, hubo un momento de incertidumbre cuando la funcionaria les dijo que ya se podían besar.