TPtara aquellos que no mandan en su casa y viven solos. Para los que son los reyes de la oficina y acaban contándole sus penas al camarero al final del día. Para los que son el alma de las fiestas y no se saben de la misa la mitad. Para el lacayo que siempre le hace la pelota al jefe y nunca asciende. Para aquellos que ríen en público y lloran en privado alguna enfermedad. Para los niños que hicieron los deberes y no tuvieron nunca merienda. Para los monaguillos que aguantaron estoicamente unas manos desnudas en lo oscuro de la sacristía. Para los enamorados que fueron declarados en peligro de extinción. Para las mujeres que siempre rechazan un amante por la posibilidad de tener otro que le pague los visones. Para los miles de muertos que se afeitan a diario en las grandes ciudades para ir a sus trabajos. Para las solteras virginales que solo tienen la razón de su existencia en los sobrinos. Para los vientres infecundos que ansían llenar la tierra de hombres. Para los gigolós que trabajan donde otros se divierten. Para los mutilados que esperan una prótesis perfecta. Para los torturados por culpa de unas ideas estrafalarias. Para los directivos de los grandes almacenes mundiales. Para los que creen que son algo sólo por el dinero que tienen. Para los que sufren y los que lloran por ser fieles a sus principios. Para los hambrientos de espíritu que siempre caen en la tentación. Para los que viven al día y no saben qué harán mañana. Para ellos, sólo para ellos, se inventó la Navidad de la televisión. Refrán: Para todos hay que desear la llegada de la Paz.