TLteyendo el título de esta columna, pensarán ustedes que les voy a hablar de una secta. Pero no, nada de eso, les voy a hablar otra vez de la Thermomix. Así de dura es la existencia del columnista: escribes de temas sesudos, buscas citas y argumentos, reflexionas, lo viertes en el artículo diario y a nadie le interesa, pero cuentas tu experiencia con la Thermomix y tu teléfono no para de sonar, tu correo electrónico se colapsa, señoras estupendas te paran por la calle para orientarte por el buen camino culinario y te das cuenta de cuán cierto es ese dicho popular que divide el mundo entre quienes tienen Thermomix y quienes carecen de ella.

El caso es, en fin, que las chicas Thermomix han reaccionado a una columna en la que comentaba el fenómeno de este aparatejo, que parece ya imprescindible en cualquier hogar respetable de Extremadura, y me han dejado claro que con el susodicho electrodoméstico se preparan las mejores salsas de los restaurantes Michelín de la región. Luego me han invitado a lentejas y a patés, a bizcocho y bechamel y he descubierto mi nuevo amanecer. Sí, porque el folleto-recetario de la Thermomix se titula así, Un nuevo amanecer , y en su portada aparece un collage celestial donde el aparato milagroso resplandece crepuscular y radiante provocando en el comprador la sensación de que su vida acaba de cambiar, de que un mundo mejor es posible, de que, despojado de las viejas ataduras de cazuelas y sartenes, está a punto de abrazar una nueva religión donde Thermomix es la diosa y el paté de cangrejo su profeta.