Por marzo, antes de que nazca la primavera, el colorido, la luz y el renacer de la fiesta tienen como punto de encuentro un lugar al sur de Extremadura. Allí, en Olivenza, se reencuentran cada año los aficionados al mundo del toro de todo el planeta. Van como peregrinos, en busca de una ansiada pasión que se apaga por el mes de octubre y, aletargada, pasa el otoño y el invierno.

Hambre y sed de toros, proclaman ansiosos y deseosos por volver a ver nacer una temporada taurina, que tiene su rampa de lanzamiento en Olivenza. Desde los primeros días de cada año, ya brotan los rumores: ¿Y en marzo en Olivenza qué? Porque, de un tiempo a esta parte, los carteles de esta primera feria importante despiertan una expectación inimaginable.

Pero Olivenza no se ha convertido sólo en el punto de partida del curso taurino. Desde hace unos años, es también el lugar elegido para renacer al toreo los nombres más importantes del escalafón. Aquellos que por diversos motivos han tenido que estar en el dique seco, purgar sus penas, sufrir en silencio, recapacitar, meditar, recuperarse y soñar con volver a vestir el traje de luces en una plaza llena de público.

EL COMIENZO

Esta bella historia de Olivenza y sus renacimientos comenzó un 6 de marzo de 1999, cuando Juan Antonio Ruiz Espartaco , después de cuatro años luchando contra una grave lesión de rodilla, volvió a pisar el dorado albero oliventino. El torero sevillano pasó varias veces por el quirófano, viajó a Estados Unidos para que le examinaran los mejores especialistas y siguió en Barcelona un tratamiento de rehabilitación. La ciencia puso lo suyo, pero más la voluntad del hombre que luchó para recuperarse. Aquella tarde de marzo del 99, junto a Ponce y El Juli , cortó tres orejas y salió en hombros cumpliendo así su sueño más maravilloso: poder volver a sentirse torero.

El 3 de marzo del 2001, el propio Espartaco fue testigo de las reapariciones de dos compañeros que por diferentes razones habían abandonado la profesión años antes. Ortega Cano, por lesión y Jesulín de Ubrique para aclarar sus ideas y asentar su vida personal, colgaron tiempo atrás capotes y muletas. Los toros de Fuente Ymbro permitieron que aquel día Jesulín se reencontrara con lo mejor de sí mismo. Disfrutó, convenció y hasta sorprendió a aquellos escépticos que sólo veían en él un muñeco de la prensa rosa. El de Ubrique demostró que volvía responsabilizado, centrado en su profesión y convencido de ocupar uno de los puestos relevantes del toreo. No tuvo la misma suerte Ortega Cano, que con un buen lote se le vio poco capaz, aunque animoso y dispuesto.

Llegó marzo de 2002 y un clásico, Paco Ojeda, también eligió Olivenza para hacer su presentación en España. El torero de Sanlúcar de Barrameda estuvo muchos años retirado, hizo una incursión en el toreo a caballo y decidió volver a su sitio, el que le hizo ser uno de los más importantes del pasado siglo. La responsabilidad y los nervios hicieron que Ojeda no mostrara la plenitud de su personalidad, esa quietud y toreo estático que marcaron una tendencia que hoy es norma.

ESTA TEMPORADA

Se acerca la cita de este 2003 y otra vez Olivenza es el centro de atención. Cesar Rincón, aquejado de una grave hepatitis C, que estuvo a punto de costarle la vida, tuvo que dejar de torear hace tres años. Hoy, recuperado gracias a su tesón y lucha contra la enfermedad, ha vencido a un robusto enemigo.Su primera prueba, el 9 de marzo, en Olivenza. Y un día antes, de nuevo Jesulín de Ubrique ha elegido esta plaza para su reencuentro. Volvió a nacer en septiembre de 2001, cuando salvó la vida en un accidente de tráfico. Llegó a temerse por su invalidez, pero su fortaleza física, la ayuda de los médicos y la constancia y sacrificio en la rehabilitación han hecho posible que pueda enfundarse otra vez un terno de color y oro y ponerse delante de un toro. Muchas eran las ofertas que tenía sobre la mesa el torero de Ubrique para esta reaparición, pero al final escogió la plaza de Olivenza.