Paola de Bélgica, la bella Paola que cantaba Adamo, la rebelde Paola que un buen día se fue de palacio para vivir un idilio en Cerdeña con un conde italiano, reconoce estar domesticada. A los 65 años, aún hermosa, la actual reina de los belgas ha decido pasar revista a una vida que estuvo en las portadas de todas las revistas de Europa desde que en el año 1959 dejó Italia para casarse con el príncipe Alberto de Bélgica.

Ella sí revolucionó las cortes europeas, con sus minifaldas, con sus biquinis, con su intensa belleza que convertía en unas momias a todas las reinas y princesas europeas. Pero Bruselas fue demasiado para ella, como lo fue la falta de espíritu que arrastraba su marido, a quien, en vida del virtuoso Balduino, le dio por pecar sin ton ni son.

Mucho antes de que la princesa Diana se rebelara contra la corte inglesa, Paola hizo su propia revolución y, con 30 años escasos, dejó marido e hijos para ir en pos de un conde italiano y guaperas que la paseó por una playa de Cerdeña tras avisar a los paparazzi, tan de moda en aquellos años.

Poco le duró la aventura y Paola volvió a casa gracias al perdón de Balduino y Fabiola, empeñados en salvar su alma descarriada. No fue mala estrategia. La rebelde princesa acabó por aceptar su destino de matrona y, poco a poco, incluso se reenamoró del ya maduro Alberto. Ya abuela, Paola parecía dispuesta a esperar que su hijo Felipe sucediera al tío Balduino, cuando la prematura muerte de éste hizo que la corona fuera a parar a la cabeza de su marido, Alberto. Ya han pasado 10 años y Paola acaba de reconocer que da por bien empleada su vida y su matrimonio.