No podemos insistir solamente sobre las cuestiones vinculadas al aborto, el matrimonio homosexual y el uso de anticonceptivos", dice el papa Francisco en una entrevista de 29 páginas publicada ayer en la red de revistas de los jesuitas. Es un mensaje que parece destinado a la Conferencia Episcopal Española, que luchó a brazo partido contra la ley del matrimonio gay impulsada por José Luis Rodríguez Zapatero y que no ha parado de presionar al Ejecutivo de Mariano Rajoy para que anule la ley del aborto, si bien este solo tiene intención de hacerla mucho más restrictiva. El Papa reconoce que le han reprochado que no insista sobre estos tres temas, y explica: "La opinión de la Iglesia ya se conoce --y yo soy hijo de la Iglesia--, pero no es necesario hablar de ello siempre".

Más adelante Jorge Bergoglio señala que quien "busca siempre soluciones disciplinarias, quien tiende de manera exagerada a la seguridad doctrinal, quien busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, tiene una visión estática e involutiva, una manera por la que la fe se convierte en una ideología como otras muchas". "Si uno tiene respuestas a todas las preguntas, es la prueba de que Dios no está con él, es un falso profeta", añade.

INDISCIPLINADO El Papa delinea su visión de la Iglesia en el mundo de hoy, las reformas a realizar, el papel de la mujer y, por encima de todo, una manera de entender la jerarquía católica como servicio al pueblo de Dios y no al revés. Bergoglio cuenta que si no vive en el apartamento papal es porque el piso "es grande, pero, como un embudo, tiene una entrada estrecha por la que se pasa como por un cuentagotas". Se declara "indisciplinado desde siempre" y "no de derechas" e indica que si usa un coche modesto es para estar a la altura de los tiempos actuales.

A lo largo de la conversación el Papa dibuja la misma visión de la Iglesia que trazó el Concilio Vaticano II, que de alguna forma quiso invertir la pirámide jerárquica, colocando al pueblo de Dios en el punto más alto y, por debajo, a los ministros de la institución. El manifiesto de Francisco, como se le podría llamar, levantará ampollas en eclesiásticos que, como no pocos obispos españoles o los seguidores de Marcel Lefebvre, propenden a imponer a las plurales y complejas sociedades actuales una visión católica principal o exclusivamente doctrinal y jerárquica.

Sobre la curia el Papa afirma que quiere "reformas reales y no solo formales", y que si sus funciones no son bien entendidas "se puede correr el riesgo de transformarla en organismo de censura", mientras que "está al servicio de las iglesias particulares y conferencias episcopales".

"A Dios hay que buscarle en cada vida humana, incluso si la vida de una persona ha sido un desastre, o destruida por lo vicios, la droga o cualquier otra cosa", explica el Papa, según el que los "ministros de la Iglesia deben ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañarlas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo, esto es Evangelio puro".

"La Iglesia --ilustra Bergoglio-- es como un hospital de campo después de una batalla, en el que es inútil preguntar al herido grave si tiene colesterol o la glucemia alta. Hay que curar las heridas y luego podremos hablar del resto". En otro momento, subraya que "lo que más necesita la Iglesia actualmente es la capacidad de curar heridas y calentar los corazones de los fieles, la cercanía, la proximidad".

En las repuestas dadas a Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica, la revista más conocida de los jesuitas, el Papa, también jesuita, insiste en que la Iglesia, tanto la jerarquía como los fieles, vaya al centro del mensaje cristiano, sin perderse por las ramas, por importantes que sean. "A veces la Iglesia se ha dejado encerrar en cosas pequeñas, mientras que lo más importante es sin embargo el primer anuncio: ¡Jesucristo te ha salvado!". Acto seguido describe un concepto que, a pesar de ser obvio, probablemente escandalizará a muchos católicos: "El anuncio de amor del Dios que salva es previo a la obligación moral y religiosa, mientras que actualmente parece prevalecer el orden inverso".

En una de las respuestas analiza sus palabras, en el vuelo de regreso de Brasil, de que no era nadie para juzgar a un gay. "Diciendo esto dije lo que afirma el catecismo. La religión tiene el derecho de expresar su propia opinión al servicio de las personas, pero en la creación Dios nos ha dejado libres, por lo que la ingerencia espiritual en la vida personal no es posible".