La escena se ha repetido varias veces durante los últimos dos meses en distintos puntos del país. Un trasiego inusual de gente que desafía el estado de alarma y llama la atención de los vecinos, la irrupción de las fuerzas de seguridad y un intento de huida de los asistentes que deja al descubierto animales muertos, un arsenal de medicinas para tratar de recuperar a los ejemplares malheridos y dinero, mucho dinero para apuestas ilegales. Son las peleas clandestinas de gallos, que no han parado durante el confinamiento y han provocado decenas de detenciones e identificaciones policiales. Una actividad entendida como deporte o tradición por muchos, pero que la normativa española prohíbe y tipifica como maltrato animal.

Desde la Guardia Civil confirman que se trata de una afición muy arraigada por toda España, y que precisamente por las restricciones de movilidad llaman más la atención. «La tasa de criminalidad ha bajado mucho en estos meses de confinamiento, cerca de un 70%, pero es verdad que llaman más la atención por cuanto mueven a mucha gente».

HASTA 32 PERSONAS / Y es que no es fácil que pasen desapercibidos los 32 individuos que se llegaron a concentrar en Málaga en abril, 21 de los cuales fueron detenidos días después. O las 16 personas multadas en Adra (Almería), que en pleno confinamiento en abril se habían desplazado desde Granada para acudir al evento.

Ese mismo mes, en Palma de Mallorca fueron localizados seis aficionados, con los animales, en una azotea, y otros cinco fueron detenidos en Sax (Alicante) cuando asistían a otra riña de la que lograron escaparse una decena de asistentes. Más disimulados fueron en Águilas (Murcia), donde dos intervenciones de las fuerzas de seguridad en abril y mayo permitieron desmantelar sendos tentaderos ilegales con una veintena de identificados e investigados por maltrato animal. Y si nos remontamos un poco más, en febrero la Policía Nacional logró reventar un campeonato en El Puerto de Santa María (Cádiz), uno de los puntos más activos de esta afición, a la que asistían 200 personas de todas partes de España.

No es raro que los agentes se topen con estos ejemplares en operaciones antidroga, o que encuentren menores entre el público. Los datos confirman que la pelea clandestina aparece vinculada a otras actividades delictivas, resalta la sargento Ana Prieto, del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), de la Guardia Civil.

Además del maltrato y abandono animal, es habitual identificar entre los asistentes delitos como pertenencia a organización criminal; contra la salud pública; tráfico de estupefacientes, ya sea para personas o medicamentos para incrementar la agresividad de los animales, o blanqueo de capitales de las apuestas ilegales, así como estafa, «porque en muchas ocasiones se engaña a los asistentes para que apuesten por uno u otro animal y sacarle el dinero».

Y es que las apuestas ilegales mueven miles de euros, añade la Policía Nacional. Solo en la última macro operación, llevada a cabo en Palmar de Troya (Sevilla) el anterior fin de semana, con 83 identificados de más de 120 asistentes, se contabilizaron 40.000 euros en el juego, y anotaciones por más de 800 apuestas, detalla. Algunos de los participantes llevaban encima entre 5.000 y 6.000 euros. Y a comienzos de marzo, en otra operación en Benicull, la Guardia Civil se incautó más de 17.000 euros que corrían de mano en mano entre público procedente de Andalucía, Cataluña y Asturias.

RESPONSABILIDAD PENAL / En España, la regulación sobre peleas de gallos es competencia de las autonomías y su práctica está perseguida penalmente, insiste Prieto. El Código Penal contempla desde el 2015 penas de prisión para los responsables de actividades ilegales de peleas de animales, que se multan con hasta 20.000 euros si se detectan mutilaciones de los ejemplares. Sólo están permitidas en Canarias, bajo unas condiciones estrictas y en las galleras.

Sin embargo, la cría de una raza autóctona, el combatiente español o legionario, crea cierta confusión, dado que se permite su exhibición siempre y cuando sea para su venta y exportación. «Se permite sólo mostrarlo, y cualquier criador de animales conoce técnicas para mostrar la bravura de sus ejemplares sin peleas a muertes», dice la sargento del Seprona.