Lo mejor de las Fallas corrió a cargo de Enrique Ponce, aunque tardó en reconocerlo un insensible y aleatorio "palco" obviándole en su primera comparecencia una salida a hombros que antes y después tuvieron otros con menos merecimientos, y que finalmente lograría el valenciano en la siguiente tarde.

Aunque tampoco materializó Ponce en esa segunda actuación lo que se presumía un triunfo antológico, de rabo con seguridad, en su último toro de esta feria. Un lamentable fallo a espadas -dos pinchazos, estocada y dos descabellos, sonando dos avisos- lo dejó en una sola oreja. Pero el hecho mismo de ese reconocimiento después de manejar tan mal los aceros significa que fue faena para los anales de la historia de la plaza.

Al cabo de 18 años de alternativa fue su salida a hombros número 34 en "su" Valencia. Sin embargo, es posible que a Ponce ya no le queden vanidades que curar, quizás ahora preocupado más de sus propios retos que de despropósitos ajenos.

Llamó la atención que tras la impresionante faena de maestría y arrojo, el lunes a un difícil toro de "Las Ramblas", el presidente le concediera sólo una oreja. Y sorprende aún más por "las rebajas" para algunas faenas de escasa consistencia artística, la más flagrante una de El Fandi, que la tarde de los muy toreables "jandillas" salió a hombros sin haber dado ni un pase en condiciones, eso sí, levantando mucha polvareda con el capote y no se diga con las banderillas.

Lo que quiere decir que el público, y los presidentes que rotaron en "el palco", no acertaron a diferenciar y valorar esta feria, que fue larga y, en ocasiones, aburrida.