Te has ido despacito, dulcemente, como tú eras..., silenciosa. Pero sí te has ido con los deberes hechos, con tu misión cumplida, completamente feliz, como tú dirías "a gustito".

El Señor no se cansó de darte cualidades, fuiste una mujer privilegiada, lo tenías todo, todas esas cualidades que cualquiera pudiera desear; la prudencia, tu principal virtud, bondad, dulzura, simpatía y por si fuera poco eras guapa y elegante. Por eso dejaste una huella profunda en todos los que hemos tenido la suerte de tenerte cerca.

Me enseñaste tantas cosas y me diste tanto cariño... Echo de menos cuando tu mano (siempre fría) apretaba con fuerza la mía.

Siempre he comprendido esa atracción que ejercías sobre pequeños, jóvenes y mayores; todos nos sentíamos tan bien a tu lado.

Siempre estarás en mi corazón.

Adela Ortiz de la Tabla