«Todas las mujeres valen para putas. Hasta las feas». Lo dice alguien que fue chulo, chulo de putas, y dueño de burdeles durante más de 20 años, un tipo conocido como el Músico que protagoniza el último documental dirigido por Mabel Lozano. La que fue modelo y actriz con Luis García Berlanga y Fernando Fernán-Gómez, conductora de varias Nocheviejas en TVE, presenta el jueves 29 de noviembre, a las once de la mañana, en el salón de actos de Cajalmendralejo, en Almendralejo, la película armada con dos verdades como dos puñales: «ocho millones de hombres españoles se han ido de putas» y «mucha gente, no solo los proxenetas, vive en España del coño de una mujer».

Lozano estará acompañada por el jefe de la Unidad Central de Atención a la Familia y Mujer, José Nieto, para hablar de ‘Proxenetas y prostituyentes’, como uno de los actos programados por el seminario ‘Mujer tenías que ser’, organizado por el instituto Carolina Coronado para abordar la trata de mujeres y niños con fines de explotación sexual.

El proxeneta. Paso corto, mala leche es el primer retrato de un chulo español. Un tipo nacido en Barcelona y crecido en «el ambiente» durante los últimos 30 años. El ambiente son los burdeles, los puticlubs, los macrolocales. El Músico cuenta a Lozano y a la cámara la transición desde aquellos pequeños lugares con putas españolas, que llegaban a los clubs forzadas por sus macarras, hasta el inmenso negocio internacional que supone la trata de mujeres. «Trajimos a 1.117 colombianas, 311 brasileñas, 19 venezolanas...». Habla de ellas casi al peso, como de cabezas de ganado. Asume que fue «un hijo de puta» y admite que no solía usar la violencia física contra «sus» mujeres solo porque «dañaba el producto».

Lozano lo deja hablar mientras recorren el orfanato catalán donde se crió y algunos de los escenarios de su vida. Los años como tratante de mujeres. Tuvo 10 u 11 grandes burdeles por toda España, con 100 o 200 mujeres explotadas dentro de cada uno. «Una mala noche, una mujer podía hacer 500 euros. Si había cien mujeres en el local, ganábamos 50.000 euros en una noche. Todo dinero negro».

El Músico fue uno de los pocos proxenetas detenidos y condenados en España. Pasó por la cárcel («allí estábamos bien vistos») y se enamoró de una de las mujeres de sus clubs. Se retiró. La directora tiene claro que, «aunque sean macarras y garrulos, los proxenetas son personas carismáticas, con gran capacidad de seducción; hacen muy bien su trabajo».

Lozano eligió hacer cine social y en el 2005 su vida cambió cuando conoció a Irina, una joven rusa que fue prostituida, esclavizada y vendida por 3.000 euros en España. «Yo pensaba que todo esto era como un secreto, que poca gente conocía la trata de mujeres que había en España». España, donde hasta el 2010 la trata de mujeres no fue considerada delito. Un país con unos 1.600 burdeles censados por la policía, un negocio de unos cinco millones de euros al día y en el que malviven alrededor de 400.000 mujeres.

Toda na industria de consumo de carne. «Unos ocho millones de hombres españoles han ido de putas alguna vez; el 39% van o han ido a putas», añade. Irse de putas es tan normal que la película incluye el caso de uno de los locales en los que tuvo parte el Músico, el Club Estal, en Bellvei (Baix Penedés). El burdel estaba tan integrado que llegó a anunciarse en los chándales y las sudaderas del equipo de fútbol de los niños del pueblo. El alcalde, entonces de CiU, defendió al club (de putas) y al de fútbol.

El tabú de los clientes

Los clientes son otro tabú en el asunto de la prostitución. Con un dato alarmante, cada vez son más jóvenes. «Los chicos creen que es divertido, que es otro tipo de ocio. Se van de putas como hacen botellón». Lozano advierte de que «antes el porno solo se veía en Canal+ y con barritas codificadas, pero ahora se ha democratizado y un chaval con 11 años ya está viendo porno duro, con violencia, sumisión, machismo...». Y prosigue: «Se van educando en la sexualidad a través del porno. Acaban bebiendo de las mismas aguas que la trata de mujeres». La cinta refleja cómo los jefes de los negocios sexuales han ido captando a clientes cada vez más jóvenes haciendo fiestas para ellos con disyóqueys y sorteos de «un polvo gratis».

Quizá por eso, otro de sus documentales, Chicas nuevas, 24 horas, donde da voz a las víctimas, se proyecta en algunos institutos desde hace tres años. «Los chavales alucinan cuando la ven y escuchan a las víctimas, esas mujeres esclavizadas aquí, al lado de sus casas. Nadie les habla de eso. Lo primero que te preguntan es: ‘Si detrás de las prostitutas hay esclavitud, ¿por qué no cierran esos locales?’».

Lozano da algunas respuestas en su documental, en el que habla de «parásitos de la prostitución». Y no se refiere, o no solo, a los proxenetas. El Músico habla de notarios, taxistas, concejales, periódicos, emisoras de radio, alcaldes... «Dice que ellos vivieron del coño de una mujer, pero muchos hombres con carreras, con familias, cultos, finos, de traje y corbata, también viven del coño de una mujer», cuenta la exactriz y exmodelo. «Hay un entramado económico enorme tras la prostitución. Es el segundo negocio ilícito que más pasta genera en el mundo». En España, cuando en el 2014 se decidió incluirla en la riqueza nacional medida por el INE, se descubrió que la prostitución supone el 3% del PIB, el doble que la investigación y el desarrollo.

Mabel Lozano es feminista y abolicionista. Defiende perseguir al proxeneta, al chulo. Y defiende también el modelo «nórdico». «Hay que luchar contra la mafia y los verdugos mediante leyes y policías. Y luego luchar contra la demanda, hacer que baje mediante la educación». Rechaza viejos argumentos en favor de mantener los burdeles y la explotación: si se cierran los burdeles aumentará la violencia sexual, si los de la manada hubiesen vuelto a ir de putas no habrían violado... Ella responde: «Fíjate lo que dice eso de vosotros, los hombres. Que saldríais a matar si no hubiera mujeres esclavizadas... Yo no lo veo así, yo adoro a los hombres: tuve un padre, tengo un marido, tengo un hijo...».

Si hace un reproche a los varones españoles. «Los que van de putas son una minoría, importante pero minoría. El resto no levantáis la voz, no lo denunciáis. No señaláis, no sois agentes activos. Cuando a un hombre le ofrecen irse de putas, pone excusas, casi se disculpa ante los otros... Os cuesta saliros de la manada».

«El sistema sigue girando y pide carne fresca, nueva, cada día. Para mantenerlo, no sacrificamos a nuestras hijas, sacrificamos a las hijas de los más pobres del mundo», explica. El rostro de la prostitución en España es el de una mujer inmigrante, guapa, cada vez más joven, algunas apenas recién salidas de la adolescencia. Y su vida como esclavas tiene fecha de caducidad. «Duran tres años», afirma el Músico en el documental. El primero, dan mucho dinero; durante el segundo, ya están hastiadas, y el tercero, exprimidas, engañadas, enganchadas al alcohol o la droga, con deudas infladas, acaban en otros locales de tercera o en la calle. «Richard Gere existe; Pretty Woman, no», concluye Lozano.