Un sol radiante iluminó ayer Santiago y compitió con la luz de las cada vez más numerosas velas que peregrinos, vecinos y paseantes van colocando a las puertas de la catedral en recuerdo de las 79 víctimas mortales del descarrilamiento del tren. El respetuoso silencio del lunes, durante el funeral oficial que reunió en el templo a las autoridades del Estado en una sentida ceremonia, dio paso a la emoción natural que expresan los peregrinos al alcanzar Santiago, la etapa final del camino. Una alegría marcada por la memoria de unas víctimas para las que todos tuvieron unos minutos de recuerdo.

"Cuba te acompaña, Galicia". Esta frase, escrita en mayúsculas con rotulador negro y repasada con otro fosforescente de color verde, la colgó una joven en la reja del acceso principal de la catedral, su mensaje de recuerdo. Previsora, protegió el papel con un plástico. Lo mismo hizo otro paseante que escribió emocionado en nombre del pueblo de Venezuela.

Otros dejaron un toro en miniatura, medallas, fotografías propias firmadas con mensajes de solidaridad, peluches para las víctimas más pequeñas, y flores, muchas flores. La mayoría procedentes de jardines caseros. Flores cuidadas con amor en señal de respeto a los que se fueron. Y entre todo ese heterogéneo cúmulo de sentimientos, alguien, a mano, en un papel escribió: "Salvemos al maquinista". Y enganchó al papel dos velas encendidas.

Tampoco nadie se atrevió a quitar el papel, y es cierto que generó más reacciones de solidaridad que otra cosa. Incluso después de que el propio maquinista confirmara que se había despistado y de que la caja negra desvelara que atendía una llamada de teléfono del centro de control en Ferrol.

Una llamada justo cuando el Alvia entraba en la fatífica curva de Angrois, la aldea que poco a poco se recupera como puede de una tragedia que sigue presente. En el vallado que separa la vía del tren los vecinos y los curiosos que se han acercado estos días a ver el lugar de la catástrofe, también fueron dejando flores y mensajes. Una bandera gallega con un crespón negro, y hasta un pañuelo del último San Fermín.

Hoy, cuando se cumplen los siete días de la tragedia, las víctimas, sus familiares y los vecinos serán nuevamente homenajeados en un acto organizado por la Xunta y el Ayuntamiento de Santiago que pretende ser sencillo, cálido y próximo. Acudirá Evaristo Iglesias, el albañil que lleva dos años y medio en paro, y que fue el primero en auxiliar al maquinista. Fue de los primeros en declarar ante la brigada judicial y su testimonio se adjuntó en el primer atestado. "Me quiero morir, me quiero morir, no quiero ver esto. Hubiera sido mejor que hubiera muerto antes de ver esto", le dijo el maquinista.

A Evaristo le cuesta cerrar los ojos de día. No sabe muy bien por qué, pero se le amontonan las imágenes de la tragedia. "Lo peor fue el sonido", explica Oscar Corral, el cuarto fotógrafo gallego que llegó hasta las vías del tren y que tras disparar tuvo que hacer un serio trabajo de edición para decidir que imágenes no debía enviar. "Hemos visto escenas muy duras, pero hasta que se escucharon las primeras sirenas, allí solo se oían gritos de dolor, de desesperación y de auxilio", añade.

Esos gritos dejarán hoy espacio a los nuevos mensajes de solidaridad en un acto en el que se pretende que sean las víctimas y sus familias las que tomen la palabra.