Vestida de negro y con una gorra que recoge el cabello rubio, la mujer pide la parada al viejo autobús blanco y amarillo de la ruta 4 de Ciudad Juárez. El conductor, Roberto Flores, de 45 años, se detiene, abre la puerta y al extender la mano se encuentra, en lugar del importe, una pistola. Cuando trata de huir, la mujer aún le espeta: "¿Se creen muy malos?". Dispara varias veces y el conductor queda abatido, pisoteado por los pasajeros que salen despavoridos.

Ese miércoles, hace ocho días, la policía de la peligrosa ciudad fronteriza del norte de México habla de "un crimen pasional o un caso de narcomenudeo". Pero el día siguiente la mujer le da el alto al autobús 4 en otra transitada avenida juarense, frente a la universidad. Va vestida de forma casual, como otras 200.000 féminas que trabajan en las maquiladoras o fábricas de ensamblaje de productos extranjeros. Apenas sube al bus y sin mediar palabra, dispara hasta que el conductor, Freddy Zárate, también de 45 años, queda muerto sobre el volante.

Las autoridades mexicanas buscan afanosamente a Diana , la mujer de mediana edad -- "entre 35 y 40 años" o bien "unos 50 años", dicen los testigos-- que la semana pasada asesinó a dos conductores de autobús y se proclama vengadora de las mujeres violadas y asesinadas en la zona de las maquiladoras de Ciudad Juárez, ese atroz escaparate del feminicidio. "Aunque mucha gente sabe lo que sufrimos, nadie nos defiende ni hace nada por protegernos --escribe Diana en un correo electrónico--. Por eso yo soy un instrumento que vengará a varias mujeres".

Firma como Diana, la cazadora , el nombre popular de la escultura La flechadora del Norte que las autoridades repartieron hace 70 años por el país, desde la capital hasta Juárez. "Creen que porque somos mujeres somos débiles y puede ser que sí solo hasta cierto punto. Pues no contamos con quien nos pueda defender y tenemos la necesidad de trabajar hasta altas horas de la noche para mantener a nuestras familias", dice. Y añade: "Mis compañeras y yo sufrimos en silencio pero ya no podemos callar más estos actos que nos llenan de rabia".

Chóferes amedrentados

Su correo es Diana, la cazadora de chóferes . Y en su escrito precisa: "Fuimos víctimas de violencia sexual por chóferes que cubrían el turno de noche de las maquilas en Juárez". Y parece empuñar el arma homicida cuando remata: "Al parecer somos débiles para la sociedad, pero no lo somos, en realidad somos valientes y si no nos respetan nos daremos a respetar por nuestra propia mano".

La fiscalía del estado de Chihuahua reconoce que hay al menos una docena de investigaciones contra conductores de autobús denunciados por violación. Los dos asesinados, asegura, no se encontraban entre ellos. Más de la mitad de la veintena de chóferes de la ruta 4 no acuden ya al trabajo. "Todos tenemos miedo de lo que nos pueda ocurrir", dice uno. "Hay miedo, pero tengo que trabajar", dice otro al volante. La policía, que teme un tercer homicidio y una asesina en serie, busca entre las denunciantes. Pero el retrato robot de la vengadora, que mediría 1,65 y llevaría peluca rubia, parece el de una mexicana más, indignada, rabiosa hasta el asesinato.

Las mujeres la apoyan en las redes sociales y en los barrios de Ciudad Juárez. "¿Si a ella la van a buscar por cielo, mar y tierra, por qué no hicieron lo mismo con los asesinos de las mujeres?", cuestiona Cachy. "No justifico los asesinatos, pero sí que alguien haga justicia por las mujeres y los abusos que se cometen en su contra", secunda Karentina. "¡Ya se habían tardado en tomar justicia! Pienso, y no soy detective, pero quizá sea una de las madres de alguna de las muertas de Juárez. Ya la pobre al ver que ni fu ni fa con la justicia, decidió tomarla con sus propias manos", apunta Rossy.

20 años de feminicidios

Las enormes fábricas maquiladoras de Ciudad Juárez atrajeron a miles de chicas de todo el país. Hace ahora 20 años se empezó a contar los cuerpos de mujer violados, torturados, acuchillados, mutilados, marcados, estrangulados y tirados o mal enterrados en arrabales en los que luego florecen cruces rosas e incompletos memoriales. Más de 700 cuerpos y más de 3.000 madres que todavía buscan en el desierto. La atmósfera de pobreza, corrupción gubernamental e impunidad completó el escenario.

Diana afirma al final: "Las mujeres juarenses somos fuertes". Tras murmurar: "Nos siguen matando a cuentagotas", las mayores recuerdan que en Juárez priva una historia de contrabando, narcotráfico y violencia que se inició con las licorerías que abastecieron a Estados Unidos durante la prohibición del alcohol, el cultivo de amapola y tráfico de opio y la matanza de 11 chinos en los años 20 del siglo pasado. A los pistoleros los mandó entonces una mujer, la temible Ignacia Jasso, primera capo del narco. A falta de justicia, las mujeres aplauden ahora a Diana .