El escenario del claustro de San Francisco está ocupado por 69 jóvenes. Llevan la misma camiseta, el resto del vestuario es libre: minifaldas, tejanos, bermudas, calzonas... Ensayan a Dvorák y a Schubert. Falta media hora para la presentación de estos músicos quinceañeros-veinteañeros en Cáceres. Forman parte de la OJEX (Orquesta Joven de Extremadura).

Llevan 13 días conviviendo y ensayando en el albergue juvenil de Valencia de Alcántara. Es el primer encuentro de la OJEX. Estas formaciones juveniles no son conjuntos estables, sino orquestas que se reúnen durante los puentes y las vacaciones de verano y Semana Santa. Ensayan durante unos días, dan algunos conciertos y se disuelven.

SIN PUESTO FIJO La filosofía de estas orquestas es preparar a sus músicos para un futuro profesional. Nadie tiene el puesto fijo y periódicamente se celebran procesos selectivos que sirven de acicate a los futuros maestros. Sacar adelante estas formaciones no es sencillo. En España hay pocas (Valencia, Galicia) y alguna como la andaluza pasa por una seria crisis.

La OJEX se suma a un universo exquisito y escogido cuyas máximas representaciones en Europa son la EUYO (European Union Youth Orchestra), fundada en 1978 y cuyos patronos son todos los primeros ministtros de la Unión Europea, la JOGM (Joven Orquesta Gustav Mahler), creada en Viena en 1986 por Claudio Abbado, y la JONDE (Joven Orquesta Nacional de España), que se reúne cuatro veces al año.

En la OJEX hay músicos de tan sólo 15 años. El concierto de Cáceres es la culminación de dos semanas de convivencia y ensayos. El horario durante estos días en Valencia de Alcántara ha sido duro: de 10 a 14 horas, clases instrumentales y ensayos. Después, la comida y la siesta. A las 17.30 horas, más clases y más ensayos hasta las 20 horas. A las nueve de la noche la cena. Pero había quienes querían más y pedían seguir ensayando con el argumento de que era muy entretenido.

Han hecho una excursión a Hervás para ver tocar a los mayores, la Orquesta de Extremadura, algunos de cuyos profesores les han impartido cursos en Valencia de Alcántara. El 26 de julio se presentaron en la basílica de Guadalupe. Durante el viaje, se estropeó el aire acondicionado y fue un suplicio. Fray Miguel, un franciscano del monasterio, auguraba menos de media entrada en el concierto. Al final, hubo lleno total.

En Badajoz, 15 minutos antes de tocar ya no había entradas. Esta noche en Cáceres, a pesar de que ya se asoma agosto, de que hace calor, de que en el auditorio de San Francisco no hay aire acondicionado y si lo hay, no funciona o está estropeado... A pesar de todo, se escucha gran bullicio en el exterior cuando los músicos acaban el ensayo y se van al camerino.

Se abren las puertas y la sala se llena en un instante. Tan sólo quedan vacíos algunos asientos laterales. Es un público entregado de padres y familiares, pero también hay algún pariente crítico que ya ha escuchado la orquesta en Guadalupe y le pareció que estaba un poco verde.

Tras los diez minutos de cortesía, salen los músicos. Se ha acabado la informalidad indumentaria: las camisetas verdes y los vaqueros han sido sustituidos por camisas negras y pantalones, faldas o trajes del mismo color. Ya están en su puesto cuerdas, maderas, metales, la tuba y la percusión. Entonces aparece Pablo.

Hoy cumple 22 años, es de Almendralejo, estudia 2 de Conservatorio Superior y es el concertino de la OJEX. Pablo se sitúa en el borde del escenario, saluda muy serio al público, como si llevara haciéndolo toda su vida, y marca la pauta de la afinación.

El programa es duro: casi una hora con la Obertura de Rosamunda y la Séptima sinfonía incompleta de Schubert (los veranos extremeños parecen abonados a las incompletas de Schubert: el año pasado, la Octava con Baremboin en Mérida). En la segunda parte, los agotadores 44 minutos de la Novena de Dvorák.

Meterse dos sinfonías con 15 años es muy duro, pero los jóvenes músicos extremeños parecen haberle cogido gusto al esfuerzo porque el concierto de Cáceres supera a los anteriores, según opinan los parientes críticos y alguna profesora de la Orquesta de Extremadura que asistió a los conciertos anteriores. Tras momentos muy buenos como la interpretación del segundo movimiento de la sinfonía de Schubert o un vigoroso allegro con fuoco final de Dvorák, la OJEX levanta de sus asientos a un público que aplaude, vibra y brama. Extremadura acaba de entrar en el olimpo de la música juvernil europea.