El viernes la pareja de humoristas Cruz y Raya se atrevieron a ironizar sobre la guerra desde TVE-1 (Cruz y Raya punto com ): nos pasaron un sketch sobre la reconquista de Perejil. O sea que el sarcasmo de los humoristas, incluso el de los más ligths e inofensivos, debe adecuarse al reloj manipulado y retrasado que impera en TVE. Les ha pasado a estos humoristas lo que a aquel programa llamado El debate de La 2 cuando debatió lo del chapapote de Galicia: había pasado tanto tiempo que la actualidad ya estaba en otro sitio, en el desastre del AVE en concreto, que era de lo que deberían haber debatido. Le pasa a TVE con su audiencia lo que a Aznar con la mayoría de la gente del país: no coinciden. La TV pública del Estado, en lugar de servirnos la actualidad, nos la esquiva (ayer, de las manifestaciones, otra vez ni una sola conexión, ni pío). El presidente, en lugar de ser servidor de lo que el pueblo le exige, hace al revés: que todo el pueblo esté a su servicio.

Torquemada Arístegui --. Extraordinaria labor la de este político. Desde que comenzó la guerra, no ha parado de salir. Les hablo de Gustavo de Arístegui, portavoz del PP para Asuntos Exteriores. Circula por las teles con la santa misión de acollonarnos. Lo consigue. Juega el papel de aquellos curas apocalípticos que nos encontrábamos cuando, de pequeñitos, nos mandaban a ejercicios espirituales. Había allí, siempre, un Torquemada que blandía un crucifijo. Nos decía que si no derrotábamos al diablo, la ira de Dios sería terrible: acabaríamos rustidos en una cazuela y nuestra agonía sería eterna e infinita. Para aquel cura el diablo era nuestro pene, músculo que debíamos sojuzgar para que jamás levantase cabeza. Para De Arístegui el diablo está en Irak y se llama Sadam. Bien mirado es un alivio. Por el momento parece que no intenta acabar también con nuestro humilde músculo.