Somos la generación con mayor nivel de formación académica en la historia del país. Por eso, no bajaremos los brazos, ni por el cansancio ni por la frustración ni por la falta de perspectivas. Creemos que tenemos las herramientas y recursos necesarios para alcanzar un futuro mejor. No protestamos contra otras generaciones. No estamos ni queremos estar esperando a que los problemas se resuelvan. Protestamos por una solución de la cual queremos formar parte". Con estas palabras termina el Manifesto da Geraçao da Rasca , el escrito de cuatro jóvenes que el 12 de marzo lograron sacar a 300.000 portugueses a las calles de Lisboa y Oporto para protestar contra la precariedad laboral. Sí, hay algunos signos de rebelión social en Europa y han sido precisamente los jóvenes (en Italia, Francia, Reino Unido, Grecia o Bélgica) quienes los han protagonizado, con revueltas contra sus gobiernos en los últimos meses: por la subida de las tasas universitarias, por las dificultades de acceso al mercado laboral y a la vivienda, por el populismo y la ineficacia de los políticos o por los recortes de derechos sociales, entre otros motivos. En España, sin embargo, no. Pese a que el país tiene los índices de paro juvenil, temporalidad y facaso escolar más altos de la Unión Europea, los jóvenes no han reaccionado. Dicen los expertos que, desde las manifestaciones del 2002 y el 2003 contra la Ley Orgánica de Educación (LOE), la Guerra de Iraq, el Prestige o los atentados del 11-M, se aprecia en España un importante descenso de la contestación social, sobre todo entre las capas más jóvenes de la población.

Los investigadores sociales buscan las causas. "Vivimos en una sociedad cada vez más individualista, con escasa cultura de la participación ciudadana, y eso se manifiesta en la actitud de los jóvenes", advierte el sociólogo Santiago Cambero, que apunta a la existencia de factores culturales, educativos, políticos e incluso demográficos que pueden explicar esta aparente apatía. "Nuestros jóvenes han sido educados en un individualismo muy grande", coincide Jesús Moreno, también sociólogo y ex profesor de la Universidad de Extremadura. "Muestra de ello es que no hay asociacionismo. Las asociaciones juveniles son escasamente representativas y es clave, para que estalle una revolución, que los sujetos tomen conciencia de ser víctimas de un agravio, una toma de conciencia compartida y colectiva", agrega.

Esto lo avalan datos como que únicamente un tercio de los jóvenes extremeños forma parte de alguna entidad asociativa, incluyendo organizaciones deportivas y culturales. Y, según los últimos datos del Instituto de la Juventud en España (Injuve), solo el 48% de los jóvenes reconoce haber asistido a una manifestación, un tercio ha participado en huelgas y el 17% ha asistido a algún acto político. Estos porcentajes eran superiores en 2005: el 60% había acudido a manifestaciones y el 22%, a mítines.

EXCESIVO PROTECCIONISMO Para Cambero, existen además factores educativos determinantes. "Estos jóvenes han sido educados en los derechos ciudadanos, pero no en deberes y responsabilidad social. Y a esto se suman los continuos cambios de leyes educativas: cada gobierno ha reformado a su manera el sistema de enseñanza, creando una atmósfera de conformidad, sin visión crítica de lo que ocurre en el entorno", opina. El sociólogo y exdirigente de la asociación Alternativa Joven de Extremadura incluso menciona que existe un "excesivo proteccionismo familiar" que hace que los jóvenes no quieran salir del hogar de sus padres, donde tienen garantizado los bienes básicos y los ingresos para sus gastos personales. "Es responsabilidad de los padres, que crecieron con muchas carencias y ahora quieren crear un entorno acomodicitico para sus hijos", señala este experto.

Según datos del Gobierno central, la edad media de emancipación en España es cercana a los 30 años, entre las más altas de Europa. Las dificultades de acceso al mercado laboral y a la vivienda tienen su importancia en este hecho. Actualmente la tasa de paro entre los jóvenes extremeños llega al 45% --por encima de la media nacional--, lo que supone que casi la mitad de la población de 18 a 35 años en disposición de trabajar no tiene empleo y, por tanto, tampoco ingresos. Pero además, de los ocupados, solo el 54% tiene contrato indefinido y uno de cada tres desempeña un empleo por debajo de su cualificación --el porcentaje llega al 42% si está ante su primer trabajo--.

"Todo se agrava porque son hijos de quienes en los años 70 mostraban su rebeldía frente a la dictadura, con expectativas muy grandes de cambio; gente que ahora se ve frustrada y desencantada con la democracia, transmitiendo esas sensacines a sus hijos", agrega Jesús Moreno. "¿Porque qué pasa con la rebeldía de los adultos? Ellos tampoco se movilizan como antes", subraya Cambero. Muestra de ello es la tibia respuesta a la huelga general de septiembre. Y, en el caso de los jóvenes, un ejemplo claro es el escaso seguimiento a la huelga de estudiantes del pasado día 30, que pasó desapercibida en la región y en Madrid apenas reunió a mil alumnos en la Puerta del Sol para protestar contra el desempleo, los contratos basura, los salarios "miserables" y los "recortes" presupuestarios en educación.

Los sociólogos además apuntan al efecto negativo del intervencionismo público en la vida de los ciudadanos. Así, advierten de que las altas tasas de empleo público, las ayudas, subsidios y subvenciones, y las políticas públicas de empleo y servicios sociales, que ahorran gastos directos a las familias, desincentivan la reacción contra el sistema.

SIN LIDERAZGOS "El Gobierno ha adormecido a la sociedad", conviene uno de los dirigentes de la Asociación de Estudiantes Extremeños (Adeex), de la Universidad de Extremadura. "Y falta un liderazgo capaz de impulsar esa movilización --añade--. No tenemos líderes que cohesionen y estimulen a la sociedad". "Las nuevas generaciones no tienen referentes políticos o ideológicos", coincide Santiago Cambero, que subraya la pérdida de influencia social de los partidos de izquierda, más reactivos a la desigualdades que la derecha. Así, llama la atención, por ejemplo, que sea Stephen Hessel, diplomático y redactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos, quien a sus 93 años haya publicado el gran alegato de rebeldía contra la crisis y el capitalismo actual. Con su obra, titulada ¡Indignaos! , ha vendido ya más de un millón de ejemplares solo en Francia --acaba de ponerse a la venta en España--.

"No solo faltan líderes, también una fuerza social que capitalice, cohesione y organice esa reacción. Si algún partido, sindicato u organización asume la responsabilidad, puede que en unos meses veamos a los jóvenes en las calles", opina Jesús Moreno. "Hay jóvenes que usan otras herramientas, las del mundo digital, para expresarse. El mundo de hoy no es como el de mayo del 68", aprecia Cambero. "Sí se observa un descontento por la situación, pero buscan soluciones desde otras perspectivas más productivas, desde el emprendimiento y la creación, labrándose su propio futuro", comenta Ana Lucio, directora de la Fundación Jóvenes y Deporte, que periódicamente organiza actividades para estimular y cultivar conductas de liderazgo entre jóvenes extremeños y portugueses. "O puede ser que estemos ante generaciones alexitímicas , incapaces de expresar sus emociones y sentimientos", concluye Cambero.