La perspectiva de un nuevo disco de un grupo consagrado puede inspirar un variado repertorio de interrogantes: ¿habrá un nuevo giro electrónico? (U2); ¿un regreso a las esencias? (Metallica); ¿un sonido más sucio? (Stones). Tratándose de AC/DC, la ventaja es que toda pregunta resulta retórica. El nuevo disco de los australianos, Black ice , que salió el pasado martes a la venta, es --cómo no--, un genuino trabajo de AC/DC, con su fórmula milenaria reproducida, de nuevo, con las mismas intenciones que la primera vez. El disco vio la luz con tres portadas diferentes (logos rojo, azul y amarillo) destinadas a los coleccionistas.

Es su primer trabajo con material nuevo en ocho años, desde Stiff upper lip , y es inútil esperar innovaciones ni giros estilísticos. Black ice suena a rock´n´roll blindado, con la suma de riffs de guitarra, himnos coreables en comunión colectiva y espesuras rítmicas que el grupo acuñó hace más de tres décadas. Han fichado a un nuevo productor, Brendan O´Brien, conocido por su labor con Pearl Jam y los últimos discos de Springsteen, pero su huella es imperceptible. Se diría que ha trabajado sobre unos moldes sonoros rígidos, con poco margen de maniobra.

ANTE TODO, ROCK´N´ROLL

Hay cuatro canciones con la palabra rock en el título: Rock´n´roll train (el primer sencillo), She likes rock´n´roll , Rock´n´roll dream y Rocking all the way . La primera y la segunda parecen pensadas para ser coreadas en un pabellón deportivo; la tercera es una de las más inspiradas e introduce cierta complejidad y cambios de ritmo, y la cuarta brinda un estribillo triunfal vagamente deudor de Highway to hell .

Hay piezas con ritmos sincopados, pesados, en un registro de heavy metal blindado, como Skies on fire, Smash´n´grab, Decibel, Money made y Stormy may day . Aislados espasmos de rock´n´roll oxigenante, como Big Jack, Wheels y Spoilin´ for a fight , las más accesibles. E incursiones densas, como Black ice . En total, 15 canciones de heavy rock atemporal, alimentado de gasolina con plomo; clásico en su concepción. Ni radicalización sonora, ni mayor comercialidad, ni coartadas alternativas, ni concesiones a franjas de audiencia esquivas... AC/DC se reafirma como el grupo más inmovilista, lo cual es, quizá, el gancho más eficaz para atraer, en su inminente gira mundial, a quienes aprecian los valores seguros.

La garganta de Brian Johnson, ya sea por medios naturales o ayudas tecnológicas, suena tan estridente y angulosa como en los 80, y Angus Young mantiene su digitación de vértigo. Con Black ice , AC/DC demuestra vivir en su propio mundo, ajeno a tendencias, y entrega un disco destinado a servir de punto de apoyo logístico para ese tour que empieza el 28 de octubre en Wilkes-Barre, Pennsylvania, y que saltará a Europa en enero. Según el cálculo de la banda, convocará a 120 millones de personas, y pasará por Barcelona y Madrid en primavera.