¿Cuál es la historia de El Palancar?

El Palancar se crea en 2020 como una aventura empresarial y respondiendo a una necesidad: el conventito de El Palancar -que lo tenemos muy cerca, a menos de 200 metros- era un sitio donde vivió e hizo su obra San Pedro de Alcántara y estaba un poco abandonado. Con este restaurante se le da servicio a los peregrinos y a la gente que viene a visitarlo.

¿Ha sido entonces la gastronomía una excusa para darle vida al convento?

No quisiera decir lo contrario, hemos dinamizado el convento de El Palancar, pero nos apoyamos el uno en el otro. Puede que ahora el convento sea más conocido gracias a nuestra presencia aquí. 

Lasaña de boletus gratinada con queso de cabra. EL PERIÓDICO

¿Cómo dos cacereños montan un restaurante en Pedroso de Acím?

Mi mujer y yo, además de propietarios, llevamos la cocina y la sala respectivamente. Yo venía de otros negocios, alguien de la zona nos propuso invertir aquí y decidimos empezar este proyecto. 

Una carambola de la vida…

Sí. Te lo proponen y qué vas a decir, pues que sí. Los principios fueron duros porque no veníamos de la hostelería, pero haciendo muchas probaturas lo sacamos. Mi mujer, Pilar Burgos, es autodidacta, pero también ha hecho cursos y trabajado en otras cocinas. Ella se ha hecho con el mando de la cocina y ese ha sido el momento en el que ha comenzado el éxito del restaurante. 

¿Ha sido esa la clave del éxito?

Ha sido la constancia y el trabajo. El cariño que le ponemos a todo también suma. Tanto a Pilar como a mí nos gusta mucho nuestro trabajo y nos sentimos muy satisfechos con lo que hemos creado. Como dice ella, la mejor reseña es el plato vacío y ‘rebañao’. Entrar en las guías Michelín y Repsol o las buenas opiniones en redes ayudan, claro, pero el trabajo es lo más importante.

¿Cuánta gente trabaja allí?

El equipo fijo son cinco personas, además de nosotros dos. Luego se añade más plantilla algunos fines de semana.

¿Cómo es la oferta gastronómica de El Palancar?

La basamos en la cocina tradicional pero con un toque de actualidad, de diseño, y también basada en la brasa de carbón de encina. Tenemos carnes y pescados, y hemos querido hacer de la brasa nuestra seña de identidad. Al principio salía más la carne pero ahora cada vez piden más pescado. 

¿Y los platos emblemáticos?

En carta tenemos desde hace mucho tiempo una lasaña de boletus gratinada con queso de cabra muy fina, muy rica. Los saquitos de patatera y frutas deshidratadas, pasas, orejones… también está muy bueno. Y el carpaccio de ternera de Extremadura con virutas de foie también es un fijo en la carta por méritos propios. 

Extremadura en sí misma tiene entonces mucha presencia en tu carta.

Cómo no va a tenerla. Tenemos una oferta de cabrito desde hace mucho tiempo, ahora sobre todo el cabrito verato que se está imponiendo. El tema de los ibéricos también tira muy bien, pero le damos una vuelta porque aunque la carne es a la brasa, siempre le damos nuestro toque en forma de salsas o de acompañamientos.

¿La carta cambia mucho?

Aunque tenemos los fijos en la carta, trabajamos mucho los productos de temporada. Cuando hay setas, setas los fines de semana, por ejemplo. Eso le da dinamismo a la carta. Jugamos mucho a que nos tengan que preguntar ‘¿qué hay hoy’?