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ENTRE EL HORROR Y LA GRANDEZA

TEtntre la sangre y el ímpetu por superar la hecatombe, en medio del desolado lamento de los españoles, permanece su irreversible caminar, sin tirar la toalla, impertérrito ante el genocidio. Pero el terror ha hecho el mayor milagro que puede hacer un pueblo: alzar sus manos y sus corazones en apretado haz, lanzando al mundo uno de los mayores gritos de libertad de su historia, llenando calles y plazas, en colosal manifestación. Alarido que se ha oído en todos los continentes y ha hecho que un país de 45 millones de habitantes se convierta en el más formidable testimonio de coraje ante la barbarie. Grito que ha demostrado, una vez más, que España es ese gran país que se crece en los momentos más dramáticos. El salvaje zarpazo ha provocado que 12 millones de hombres y mujeres, en gesto gallardo sin doblar la cerviz, denuncien la vesania de unos desalmados, que quieren impedir que este pueblo mantenga su paz, contra viento y marea. Del horror y la sangre, ha emergido el aliento incontenible del español, que, en epopeya popular, defiende su democracia, a pesar de la metralla criminal. Y, en medio del terror, ha brotado todo un río de sangre donado para sustituir esa otra sangre que ha dejado de regar los cuerpos de más de 200 hombres y mujeres.

*Doctor en Historia

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