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Editorial

Ataque a los cacereños

Los actos vandálicos han vuelto a las calles cacereñas. Los daños producidos en el interior de garajes o en el mobiliario urbano han puesto de manifiesto un problema que deja en evidencia la capacidad policial para evitar tantos desmanes. Sucedió durante la pasada edición de Foro Sur y seguirá pasando si antes no se ponen en marcha los mecanismos precisos para frenar estas prácticas. Hay que ir más allá del lamento que, durante mucho tiempo, se ha convertido en único recurso. La impunidad con la que parecen moverse los autores es el mejor germen para nuevas acciones y sería erróneo catalogar como meras gamberradas lo que es un atentado contra el patrimonio de todos los cacereños.

Si graves pudieran ser los perjuicios económicos de estos actos vandálicos, mayor gravedad supone que la imagen de una ciudad llegue a deteriorarse por el comportamiento caprichoso de unos desalmados. Una ciudad patrimonio de la humanidad debe huir de la vaciedad que engendran tópicos de ciudad feliz , que sólo hacen enmascarar realidades. El vandalismo callejero ahoga voluntades, aspiraciones y buenos deseos de una población que espera celebrar algún día la declaración de ciudad europea de la cultura. Los violentos no pueden ganar esta partida.

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