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Esperanza Thatcher

No es por faltar, Esperanza , pero ni usted es Margaret Thatcher ni los españoles somos ingleses, lo que no deja de resultar una perogrullada, no sé si me entiende, como dicen ahora. Viene a ser como si un escritor cualquiera, no hace falta pensar mal, quisiera convertirse en Cervantes y empezara por ser manco, sin escribir ni nada, y además, pretendiera que todos leyéramos lo que no escribe. Es muy lícito aspirar a vivir otras vidas, pero ya no tanto que los demás tengamos que pasar por el aro para que usted se vaya contenta. Ahora dice que hay que adelgazar el estado para que ese dinero vaya a empresarios y familias. Y se queda tan ancha, como si los funcionarios no tuvieran también familia o todos los empresarios fueran solteros, hijos únicos y huérfanos.

Está bien eso de separar unos de otros. Mezclar no traído nunca nada bueno. Por un lado, la gente de bien, los empresarios, y por otro, las familias, pilares de la sociedad, y sanseacabó. Y fuera de todo, los funcionarios, empezando por los de sanidad y educación. Ya intentó usted una ola de privatizaciones cuando presidía la comunidad de Madrid, y ahora quiere convertirla en un tsunami que haga rentable lo que lo no lo puede ser nunca. Vuelva en sí. Ni los funcionarios son los mineros ingleses, ni los contratos de trabajo pueden firmarse en la barra del bar, como antes. Relájese, disfrute de su retiro político. Créase Madonna , Meryl Streep o Grace Kelly , o cualquier dirigente a quien no le vengan bien unas Malvinas con unos cuantos muertos de nada. Con eso no se juega. Y lo dicho: ni usted es Margaret Thatcher ni los españoles somos ingleses. Eso espero.

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