Síguenos en redes sociales:

Buen viaje, buen viejo

Un anciano primaveralmente bien vestido, pana, gorra, chaleco en verde en la ventanilla de un banco nacional, el bastón depositado en el mostrador desmayado como un guante. Saca dinero, explica lentamente, para llevar a los suyos el largo fin de semana a la tierra del mar en el que partieran las Santamarías.

Se hace contar los billetes en sobres distintos. Dialogan, el empleado y él, en voz baja, como si ya hubiera comenzado a viajar y huele casi a pescaíto frito, a noches con manta fina y churros calientes para desayunar, frente a una u otra. Erguido, con decisión --sin gustarle un ápice andar viajando, añadió-- en su mirada clara de solo unos ochenta y tantos mayos encima, llevados con un acierto indiscutible, se va despidiendo de ese cuarto de hora escaso en el que ha iniciado, con calma procelosa, otra aventura.

Llevándose sus colores frondosos y los proyectos a juego. Era una versión vertical de la veteranía de su vejez, vasta, vivaz.

Pulsa para ver más contenido para ti