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Puntá sin hilo

No es solo postureo

Las diferencias generacionales siempre han existido, siempre han estado ahí. Los mayores raramente aprecian la música que escucha el adolescente o, por hacerlo más actual, si no eres “nativo digital” es probable que te pierdas entre tantas nueva tecnología. Y que no entiendas eso de hacerse fotos constantemente y compartir con todo el mundo las imágenes de este y aquel momento con una sonrisa despampanante. Puede que todo te parezca superficial, de personas sin intereses ni inquietudes. Pues en Internet, a pesar de que nos empeñemos, no todo es postureo.

La imagen se ha convertido en el centro, es cierto, y es más poderosa que nunca. Puede que en ello haya riesgos y peligros si no sabemos usarlo. Pero es que no se trata sólo de la imagen de uno mismo. Hay un universo entero, el mundo interpretado, creado, hecho píxeles. Porque la imagen se está convirtiendo en el gran lenguaje universal.

LOS DATOS no dejan lugar a dudas: ya en el año 2015, el vídeo representaba el 68% de todo el tráfico global de Internet y cualquier estadística que se consulte muestra que la tendencia sigue en alza. ¿Conocen Youtube? Es el canal más conocido y utilizado para compartir y ver vídeos. Bien, según las estadísticas que maneja la propia plataforma, durante el pasado año se colgaron 300 horas de vídeo cada minuto y se reprodujeron 3,25 mil millones de horas cada mes. Relean los datos, porque son impresionantes. Y eso que sólo hablamos de uno de los canales existentes para este fin. El más usado, pero al final sólo uno. Y hay muchos. Por ejemplo, Facebook, quizás más conocido para algunos. Pues también en esta red social el vídeo despunta: cada día se ven más de 100 millones de horas de vídeo (y son datos de hace un par de años).

Puede que esta nueva moda sea un vehículo perfecto para que la superficialidad se expanda como un virus. Puede que haya quien viva de una imagen y olvide lo que hay detrás. Pero puede también que sean muchos los que no entiendan que los demonios son los mismos de siempre y que, simplemente, están cambiando las reglas del juego.

Una imagen vale más que mil palabras, hemos dicho hasta la saciedad. Puede ser rica, variada, potente, ayudar, enseñar, divulgar. Y quién sabe qué más. Pero nos empeñamos en aupar sólo una parte del todo, y convertirla en peligrosa hasta demonizarla. Hay que seguir analizando los riesgos, explicándolos y aprendiendo a preverlos. Pero también es necesario entender que la imagen no es sólo una recreación de la realidad. También hay que saber que las redes sociales no son sólo una serie de reproducciones falsas. De peligros. Porque si nos quedamos en eso, quizás entonces seamos nosotros los que nos quedemos atrapados en un manida actitud muy similar a la de ese nuevo postureo.

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