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La Chorrera

José L. Aroca

Una veta

Nevado se ha plegado a un giro táctico ideado por la dirección regional del PP

El movimiento político de Monago y su alcaldesa en Cáceres Elena Nevado, de plantarse en redondo contra cualquier posibilidad en la explotación de un yacimiento de litio, es el único que en muchos meses he visto pueda significar cierta iniciativa de ese partido, y que haya podido sorprender al PSOE.

Después de alabar la alcaldesa las expectativas de este proyecto, tachando de agoreros a sus tempranos detractores, Nevado se ha plegado a un giro táctico ideado por la dirección regional del PP, que se apunta de esta manera a la Plataforma Salvemos la Montaña, a cuya acción se debe sin duda este más que probable cerrojazo a cualquier movimiento de tierras en el paraje Valdeflores.

La sorpresa e iniciativa no viene sobre todo por la posición tomada, sino por la forma en que se ha hecho y el altavoz que se ha usado, un pronunciamiento público en rueda de prensa, claro, expreso y sin vuelta atrás, liderado por José Monago, que ha trascendido a la opinión pública más allá del paseo de Cánovas, que es por donde hasta ahora se limitaba a circular la misma oposición a la mina expresada y recordada ahora por el portavoz socialista municipal.

Al parecer todos estaban en contra. Bueno. Pero la realidad es que se han hecho unos trabajos previos, con unas labores de desbroce considerables fotografiadas por la Plataforma, y que eso se ha hecho con los permisos administrativos municipales. Al final ha sido la manifestación en contra hecha el domingo, y una veta de aprovechamiento político descubierta, la que puede cortar los planes de Valoriza Minera, la misma empresa que compró los derechos del yacimiento de níquel Aguablanca en Monesterio.

Una posible empresa que se va, y otra que estamos deseando que venga. Los árabes de la azucarera de Mérida siguen gestionando una solución energética para sus necesidades, en negociaciones a muchas bandas que implican principalmente a los gobiernos nacional y regional.

En modo paralelo, en las organizaciones agrarias se producen también movimientos en la dirección de incluir el cultivo de la remolacha azucarera en los planes regionales de producción y alternativas de cultivos. Asaja se ha descolgado, entre el estupor general, con la propuesta de dar carpetazo al cultivo del arroz cuya rentabilidad ha retrocedido y es, pero siempre lo ha sido, un gran consumidor de agua. La remolacha, si cuaja como esperamos la inversión en la planta de azúcar, es una alternativa, aunque de ahí a suprimir el arroz, pero conservar las primas, hay un trecho largo máxime si se siguen anunciando proyectos industriales arroceros.

No deja de ser una paradoja que treinta años después resucite la producción azucarera en Extremadura, cerrada entonces la planta de La Garrovilla nacida a la sombra del Plan Badajoz pero que quedó desmantelada por la concentración y reconversión industrial de los años ochenta y especialmente en relación a nuestra entrada en la entonces Comunidad Económica Europea.

Se liberalizan ahora las cuotas de producción de azúcar, para toda Europa, y este suroeste continental quiere aprovechar la ocasión.

Industrias ambientalmente comprometidas, como un yacimiento de litio a las puertas de la ciudad de servicios administrativos y comerciales, y polo turístico, como es Cáceres. Factorías del pasado que vuelven para el aprovechamiento de dotaciones industriales como Expacio Mérida, el gemelo del Expacio Navalmoral.

Un paréntesis de inversiones que estamos sufriendo, y que puede cerrarse tras la última subasta de energías renovables, con la llegada y embalsamiento, por fin, de proyectos termosolares y fotovoltaicos a la región; la idea, esbozada por la Junta, de ‘vender cuota’ de renovables a otros países que no la cubren, como se comercia con las cuotas de emisión en gases efecto invernadero.

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