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Extremadura desde el Foro

Alberto Hernández Lopo

Un frigorífico vacío

El PSOE ha hecho bandera de una reivindicación sobre Liberbank que sorprende

La llegada de la universidad a nuestras ciudades generó prestigio, gozo, y regaló un halo de reconocimiento que retribuyó el maltrecho ego de regiones como Extremadura. También, por descontado, multiplicó otros efectos. Siempre han existido, pero los «pisos de estudiantes» proliferaron en la geografía urbana (y humana) de las ciudades de provincia, al estilo de lo que ya ocurría en las «grandes ciudades».

Igual que todas las familias felices se parecen entre sí, que diría León, todos los pisos de estudiantes tienden a compartir determinadas características. En especial, los habitados por el género masculino, más proclive a aceptar que el caos haga de las suyas. Un cliché, pero no por ello deja de contener una porción de realidad: la tristeza del frigorífico vacío. Un par de yogures, una cerveza, y algo que parece caducado (porque lo estará). Ninguna receta saldría de esa escasez de materia prima.

Cuando oyes o lees determinadas declaraciones, te surge la idea de que a la izquierda extremeña puede que el frigorífico se les haya vaciado. Pocas recetas saldrán de lo que tienen dentro. Aún siendo poderosos el poder de la inercia y la sensación de territorio conquistado, es extraño que persista la sensación de que yerran en el diagnóstico con una contumacia incomprensible.

Ejemplo de actualidad, la polémica sobre la retirada de Liberbank de sucursales físicas en determinados pueblos de Extremadura. El partido socialista ha hecho bandera de una reivindicación «popular» con una energía y convencimiento que sorprenden. Bueno, no tanto, hay que subirse a todos los carros que den votos o granjeen medallas ideológicas (sí, en esas estamos). Su táctica ha sido la de reprender a Liberbank y conminar a volver a colocar las sucursales so pena de retirar las cuentas y posiciones de pasivo (depósitos e imposiciones, básicamente) de todos los organismos públicos.

Veamos por un momento la decisión de la entidad: una empresa privada que comprueba que no le es rentable el mantenimiento de estructuras físicas, dentro de un sector que, además, tiende inexorablemente a una mayor virtualización de los servicios, ya que comprueba que el parque tecnológico de sus clientes (incluidos nuestros móviles) es creciente. Si logramos restar perspectiva emocional o política (sigo usando «o»), ¿es difícil de entender?

Sin embargo, la estrategia elegida por los socialistas es la de la confrontación y la amenaza. Conclusión: no han entendido nada. En un estado de derecho, tratar de forzar a una empresa privada como si fuera la misma banca pública de antes (que manejaron a su antojo, con el nefasto resultado de la deslocalización, ya que sin integración con otras cajas no hubiera habido futuro) simplemente no funciona. Y una amenaza sólo tiene eficacia hasta que se cumple. Y volvemos a lo mismo: no lo comprenden. La banca lucha por un cambio de modelo en el que la gestión del circulante cada vez es más costoso y la salida de unos cuantos clientes no es una pérdida ni financiera ni reputacional relevante. Eso sí, como pataleo funciona de miedo.

Podemos leer que en esto va la defensa del entorno rural. Pero ¿es cierto? ¿Quiere eso decir que las numerosas partidas para la alfabetización tecnológica y de equipamiento en los pueblos --del mismo partido-- no ha funcionado?

Cuando ni la estrategia de negocio ni el fondo de lo que persiguen es siquiera congruente, es difícil entender cualquier posición. Son incapaces de ofrecer una respuesta operativa, que no sea mecer la vara de mando, porque no aciertan a comprender el problema. Y ahí radica el vacío: el entorno cambia, las circunstancias se modifican y la respuesta política, insistente, repite recetas de hace diez, veinte años. Ni siquiera la legitimidad de una reclamación es fuerza suficiente para hacerlo sin un mínimo análisis de las entrañas de la cuestión.

La izquierda ha perdido la batalla de la crisis prácticamente en toda Europa (del caso de Portugal podríamos hablar largo y tendido), básicamente, porque han creído en sus recetas con fanatismo atroz y se han preocupado más de buscar culpables y gestionar quejas que de plantear soluciones.

¿Saben lo peor? Que tengan claro que ese frigorífico puede irse de gira. Ya vemos en Cáceres a la derecha comportarse del mismo modo. ¿Cuándo nos engañaron para que la emoción desplazara a la razón y el análisis de la res pública? Sí, Hayek tenía razón.

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