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La chorrera

José L. Aroca

O ellos o el caos

El seguramente precipitado abrazo de Sánchez e Iglesias abre un nuevo tiempo

El imprevisto y seguramente precipitado abrazo que el lunes se dieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias abre un nuevo tiempo en la política española, indudablemente incierto, pero con el interés de una fórmula inédita y novedosa cual sería el primer gobierno de coalición en nuestra actual etapa democrática.

Muchos, yo tampoco, dábamos un duro por la posibilidad de ese acuerdo entre quienes durante más de seis meses se fueron alejando progresivamente y tendiendo una brecha, exacerbada en las polémicas que sus adeptos venían manteniendo en redes sociales, que parecía indicar cualquier cosa menos que los dos protagonistas se fueran a sentar, sitio con sitio, en la mesa del Consejo de Ministros.

Se puede entender que dados los resultados electorales se llegara a una conclusión de entendimiento pero no precisamente a esa que, en sus primeros momentos, en la escenificación de aquella mañana, hacía creer cualquier cosa menos la convicción profunda de los protagonistas; gestos forzados, palabras muy medidas, más trazadas que sentidas, un papel leído por Pablo Iglesias letra por letra, en medio del asombro general.

Pero era lo lógico, no ahora, sino hace seis meses, entre dos personas que sí habían firmado a finales de 2018 un extenso y detallado programa político, progresista y audaz, que se vino al garete cuando fundamentalmente los independentistas catalanes tumbaron el proyecto de Presupuestos 2019 que venía a recoger el contenido de aquel documento.

Pero no se entiende que parte del país, y fundamentalmente las derechas y todo su aparato económico y mediático de apoyo, se rasgue las vestiduras pregonando el caos cuando acuerdos de ese tipo, de izquierda, se han mantenido en comunidades como la valenciana, la castellano-manchega, o la aragonesa, sin que sus vecinos hayan visto empobrecidas sus haciendas y hundidas sus almas.

Tampoco es comprensible que se den por naturales bipartitos de derecha por doquier en España, autonómicos y municipales, de PP y Ciudadanos, pero desde esas fuerzas políticas y sus ámbitos de apoyo o simpatía se crucifique cuando la coalición es de izquierda; máxime cuando hay que añadir que esos acuerdos admisibles, por su parte, dejaron de serlo en el momento que se basaron en la extrema derecha -tenemos aquí el ejemplo cercano de Badajoz ciudad-, que es en el fondo lo que ha posibilitado el ascenso en España de la opción populista y retrógrada, el haberla metida en las instituciones y darle barniz y blanqueo de protagonismo además de fondos económicos a través de los grupos institucionales de concejales, diputados autonómicos, y del poder ejecutivo.

Vienen tiempos muy duros porque las derechas, y el contenido de su panza de caballo de Troya que es Vox, quieren seguir tensionando un país ya muy alterado y excitado, cuando lo que deben reflexionar ambas es por qué han perdido las elecciones, y de qué forma y cuánto antes se quitan de encima el lastre y secuestro en el que ellas mismas se han metido huyendo del centro y escorándose al terreno natural en la que han sido derrotadas por el extremismo populista de unos líderes neofascistas que hoy campean sin despeinarse como protagonistas de programas informativos sin que nadie les tosa ni apenas contradiga, e incluyo en ello a buena parte de la profesión periodística.

De las derechas tenemos dos destellos esta semana en Extremadura, el primero las quejas de ese peculiar concejal de Cáceres que es Teófilo Amores, que se extraña por haberse metido donde se metió, y que reconoce según dice el derecho a la diversidad sexual, pero no el de dos fuerzas políticas, una de ellas ganadora de las elecciones, a intentar una coalición de gobierno.

El otro es el ‘caso clínico’ de Ciudadanos, que si alguna vez fue esperanza de modernización y democratización de la derecha en España, hoy es un bote a punto de hundirse y en el que las pocas voces sensatas, en esta ocasión la de su portavoz municipal en Cáceres Francisco Alcántara, son amordazadas en vez de agradecidas.

* Periodista

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