Vaya por delante que sé que hacen falta como el comer. Que la gente necesita un poco de alegría y ya no te digo los hosteleros. Y que las fiestas de verano para muchos pueblos son lo mejor del año para sus habitantes, que miran con anhelo el calendario esperando que lleguen para ponerse sus mejores galas y darlo todo en la pista de baile. Pero es que se va a liar parda. Y todos lo sabemos.

Sobre papel las indicaciones parecen claras y con poco margen de error. Las localidades de menos de 5.000 habitantes podrán organizar verbenas en espacios abiertos, con aforo limitado y desinfección del lugar. No se podrá practicar baile social, porque se debe respetar la distancia de seguridad y habrá que ir con mascarilla y gel hidroalcohólico.

Pero los que somos de pueblo y hemos vivido muchas ferias sabemos mejor que nadie que hay muchas variables ‘no oficiales’ difíciles de controlar en esos días. No cabe duda de que en la plaza del pueblo las autoridades competentes mantendrán el orden y que la gente se comportará bajo los focos del principal epicentro social del lugar. Pero hay otros escenarios, como los botellones de los más jóvenes, que son otra historia cuyo final no pinta feliz.

Esta semana hemos conocido que España se ha convertido en el país con más rebrotes de Europa. Nos acercamos a los 300 activos y los nuevos casos diarios alcanzan ya cifras muy similares a las del Estado de Alarma. Las razones detrás de las cifras tienen mucho que ver con el intento de reactivar la economía, pero también tienen raíces más profundas. Nuestra cultura entiende poco de distanciamiento social en la vida diaria, no digamos ya en la pista de baile, y las prohibiciones son a veces el mayor acicate.

NO HAY MÁS QUE MIRAR las causas que han dado lugar a la mayoría de los rebrotes: fiestas privadas, cumpleaños, botellones... para darnos cuenta de cuál es el eslabón más débil de la cadena: el ocio. El municipio murciano de Totana va a volver a la fase 1 de la desescalada por un brote que tiene su origen en las fiestas nocturnas y que ha tenido como resultado 55 nuevos positivos. Y la comunidad de Madrid ya ha anunciado que va a limitar las actividades de entretenimiento por la noche desde esta semana.

¿Y de verdad hay alguien que se crea que con este caldo de cultivo vamos a bailar de lejos en la verbena y no vamos a tener que lamentar nuevos contagios? Ya hay estadísticas que aseguran que lo jóvenes son el colectivo que menos y peor uso hacen de las mascarillas, si a eso le unimos unas copas, música y nocturnidad, no hay que ser ‘Rappel’ para predecir cuáles van a ser los resultados.

Y que conste que me encantaría pensar que somos capaces de ser civilizados y disfrutar de este este ‘voto de confianza’ de nuestros políticos. Todos sabemos que la gente necesita evadirse de los estragos psicológicos que ha causado la pandemia y unos días de feria en el pueblo pueden ser de lo más reparadores. Y no sólo para los ánimos de sus habitantes, sino para los bolsillos de los hosteleros, que este año a duras penas han conseguido no echar el cierre en sus negocios.

También los músicos agradecerían sin duda volver a los escenarios. Y si algo hemos aprendido en esta pandemia es la importancia de la cultura para el alma y la salud mental. Pero es que me queda poca fe en el buen comportamiento colectivo con la que está cayendo.

Como muchos, y después de un confinamiento en general ejemplar, pensé que la gente había aprendido la lección por las malas y que harían lo que fuera para no volver a verse encerrados entre cuatro paredes. Pero ya hemos visto que basta un ‘sarao’ con un atractivo añadido como la grabación de Másterchef en Cáceres o la inauguración del Festival de Teatro Romano de Mérida por los Reyes de España, para que la gente se olvide del virus y se pasen las recomendaciones sanitarias por el arco del triunfo.

Así que por mucha pena que me dé y aunque sé que vendrían como agua de mayo, no creo que nuestra sociedad esté preparada para celebrar verbenas. Lo mismo en unos días reculamos, porque ya sabemos que en esta crisis sanitaria ha habido mucho pasito para adelante y luego para atrás. Pero mucho me temo que ese es todo el baile que nos podemos permitir dadas las circunstancias.

* Periodista