Llevan décadas anunciando la creación de decenas de miles de empleos, la llegada de inversiones millonarias y de un maná de prosperidad y riqueza. Y nuestra tierra se halla cada vez más cerca de convertirse en una región fallida, en un desierto poblacional, en un erial para la vida humana. Porque todas aquellas promesas políticas se sublimaron con el paso de los años. Permanece, eso sí, la clase dirigente que rociaba con humo mientras afirmaba estar regando con oro. Y no crean que los gobernantes se esconden, avergonzados, ante la evidencia de sus patrañas. Siguen duchándonos con el sahumerio para adormecernos y nublarnos la mirada, para que, ya narcotizados, nos olvidemos de que, durante todo este tiempo, no hicieron otra cosa que construir castillos en el aire. Una trompetería atronadora nos avisaba hace no tanto de la construcción y puesta en marcha de futuristas parques temáticos e industrias azucareras. Tiempo atrás lo hacía con refinerías de petróleo. Ahora, con minas de litio y fábricas de componentes y baterías. Pero los años pasan, y todo son aplazamientos, excusas y cancelaciones. Nada se fragua. Todo lo comprometido sigue siendo tan evanescente como una bruma. Mientras tanto, el desempleo y la despoblación están convirtiendo la región en un territorio yermo de vida y esperanzas.

Los que están en la poltrona se niegan a reconocerlo, porque hacerlo pondría en peligro su desahogado modo de vida. Algunos medios de comunicación contribuyen a la perpetuación de las mentiras y la difusión de fantasías y quimeras a cambio de la respiración asistida que les ofrece la publicidad institucional y el presupuesto público. Quienes tienen un empleo y quienes van capeando el temporal con ayuda de la familia no se dan cuenta de la magnitud del problema. Pero quien tiene que hacer el petate y marcharse a otra comunidad a buscarse las habichuelas, quien se asfixia anímica y económicamente por la falta de oportunidades laborales, quien ve cómo se clausuran aulas y colegios rurales por la escasez de alumnos, quien observa las antaño populosas calles y plazas hoy vacías, todos ellos, tienen bien presente la dimensión del desafío. Mas, a pesar de que los gobernantes han relatado el mismo cuento en innumerables ocasiones, todavía hay una mayoría que disculpa las falacias y sigue apostando por los espejismos. Unos, por sectarismo; otros, porque se conforman con ir tirando. Y es que en nuestra Extremadura, aunque hay un capital humano valiosísimo, sigue faltando masa crítica, escaseando la ambición y sobrando la resignación. Y por eso nos va como nos va.

*Diplomado en Magisterio