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Fuera de trama

Susana Martín Gijón

Gata negra

Sobre el primer festival de novela negra de Extremadura

Comienza septiembre y el retorno a la actividad se augura frenético, con esa larga lista de planes a ejecutar en los últimos meses del año. La pandemia ha sembrado incertidumbre, pero no ha frenado las ganas de acción y sigue dando quebraderos de cabeza a quienes, dos años después del comienzo de la pesadilla, aún no saben si podrán llevar a cabo sus previsiones.

Es lo que se temieron en Moraleja durante el mes de julio al determinarse el cierre perimetral. Allí llevaban meses planificando lo que sería el primer festival de novela negra de Extremadura, «Gata Negra». Por suerte los casos descendieron rápidamente, y el programa literario pudo celebrarse desbordando las previsiones más optimistas: una treintena de autores del panorama nacional acudieron a la Sierra de Gata, que se volcó con ellos: era maravilloso respirar en cada esquina el espíritu festivo y la complicidad de cada habitante. Como lo era ver el aforo completo, doscientas personas pendientes de conferencias literarias a las doce de la noche es algo que no sucede en casi ninguna parte, pero aquí quisieron demostrar que cuando se tiene la oportunidad de contar con actividades culturales, se degustan y exprimen hasta el final. 

Entre visitas a castillos, piscinas fluviales y rutas guiadas, me reencontré con amigos escritores cuyas obras se encuentran bien situadas en las librerías de toda España. Es el caso de Men Marías, Juana Cortés, Víctor del Árbol, Berna González Harbour, Santiago Díaz, Antonio Mercero o Benito Olmo. Tuve además ocasión de conocer a otros que están pegando fuerte y que me sorprendieron gratamente –en lo literario y en lo personal–, como el periodista Juan Ramón Lucas, el guionista Manuel Ríos San Martín o el escritor de bestsellers Mikel Santiago. También volví a disfrutar dela oratoria de Lorenzo Silva o el compromiso y la pasión de Marta Robles, que llegó desde Mallorca para acompañarnos en la proyección de su primer cortometraje. Lejos de olvidar a los más pequeños, se programaron actos con las escritoras María Frisa y Beatriz Osés, superventas ambas en el terreno de la literatura infantil y juvenil, quienes recibieron sendos baños de masas en Villamiel y Moraleja. Por supuesto, no faltó la cuota extremeña: Anabel Rodríguez, Carmen Balmaseda, Fermín Solís, Luis Roso o la que suscribe estas líneas. Como no faltaron tampoco la música, con Niño Índigo a los mandos y a la guitarra, las artes audiovisuales –fantástico el documental sobre Unamuno dirigido por Manuel Menchón– o la gastronomía de mano de varios establecimientos, que se convirtieron por unos días en el Londres de Jack el Destripador, el andén 9 3⁄4 de Harry Pottero la Roma de Calígula. En suma, una verdadera fiesta cultural en un entorno privilegiado, del que esos treinta autores –muchos acompañados por sus familias aprovechando el periodo estival– se fueron con ganas de contarlo y, sobre todo, de regresar.

"Yo me quedo con la satisfacción de haber vivido en mi tierra una fiesta literaria de ese calibre"

Es de recibo decir que en esta ocasión las instituciones han cumplido su papel. Han apoyado el sueño de un escritor extremeño, Luis Roso, que quiso ver en su pueblo lo que encontraba viajando fuera al promocionar sus obras, y han mimado cada detalle (es raro, incluso anecdótico, ver a la corporación municipal con alcalde incluido escuchando las conferencias y despidiendo a cada uno de los autores que pasamos por allí).A destacar el papel de los miembros del club de lectura, convertidos en voluntarios de la organización que daban respuesta instantánea a cada necesidad. Brull, qué grandes sois.

Si algo he echado en falta, ha sido una mayor cobertura mediática. Sé que agosto es una fecha difícil, sé que Extremadura es una región amplísima y que desplazarse desde Mérida, Badajoz o Cáceres hasta el noroeste de la provincia cacereña puede ser costoso. Pero una ocasión así lo merece. Porque si los informativos de RNE o el programa “El ojo crítico” se hicieron eco en las ondas nacionales, un buen motivo habría. Si en redes sociales se alcanzaban picos de más de mil personas en la retransmisión de las charlas, por algo sería. Y si algunos autores estuvieron más de una hora firmando libros, digo yo que también algo habrían visto quienes decidieron llevarse a casa una bolsa llena de lecturas para el verano.

Yo me quedo con la satisfacción de haber vivido en mi tierra una fiesta literaria de ese calibre, y con el recuerdo de que cultura y periferia, cultura y mundo rural, no son solo necesarios en el camino hacia una sociedad que anteponga el bienestar y la calidad de vida de sus ciudadanos, sino que las iniciativas que apuestan por ello funcionan como los promotores de muchos proyectos urbanos no se atreverían ni a soñar. Apuntémonos esta y sigamos haciendo las cosas bien. Hagámoslas como en la Sierra de Gata.

*Escritora

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